jueves, abril 06, 2023

 Esto lo escribí en el 2015, el marzo 3, para ser exacto, para NorteDigital.mx:

El 16
EL HOMBRE DETRÁS DEL BAR 15
Don Chuy, personaje icono de la vida nocturna de la avenida Juárez, lleva medio siglo detrás de la barra atendiendo rondas y brindis de los clientes
Por: Mauricio Rodríguez
Si Jesús Escobedo Rangel camina por la avenida Juárez, su andar no pasa inadvertido, de inmediato, los cláxones empiezan alegres a sonar por lo que algunos pensarán que se trata de un candidato, de un político o de un personaje de la farándula.
Sin embargo, tras repartir saludos a diestra y siniestra, “don Chuy” como se le conoce al cruzar las puertas del bar, se coloca la corbata que le da un sello distintivo de elegancia y cordialidad.
Ya en su en su posición habitual, la que ocupa desde hace varias décadas como cantinero en el club, es nuevamente el hombre 16, el custodio de uno de los refugios de la época de oro que aún subsisten en la ciudad: el Club 15.
Escobedo Rangel hoy tiene 72 años, pero su travesía por la bohemia juarense dio inicio a los 16, en el año de 1963, cuando empezó en el ambiente de los bares y restaurantes, como lavaplatos en el establecimiento “Centro Taurino”, ubicado a pocos metros de la plaza de toros “Alberto Balderas”, sobre la calle Abraham González.
Sin embargo, al cierre de dicho establecimiento, “don Chuy” fue contratado de manera inmediata hace casi 22 años por sus habilidades y carisma con la clientela para quedar a cargo de las rondas y los brindis en el Club 15.
El bar tiene su nombre por su singular construcción, ya que dentro de él hay una barra donde solamente 15 personas pueden ser alojadas, todas ellas sentadas alrededor de la única barra del lugar, la cual es atendida en el turno de 4 p.m. a 12 a.m., por Escobedo Rangel.
Jesús, todo elegancia, cuando se encuentra en silencio, por su posición recuerda a un caballero templario.
Entonces toma un respiro y cuenta a los presentes que alegres sonríen bañados por el neón, una de sus anécdotas de popularidad, de cuando sale a la calle y decenas de clientes que han pasado por el bar, le reconocen.
“Yo me quedé qué pedo, los pitidos no dejaban de sonar, creo que soy más famoso que el presidente”, dice y no puede dejar de soltar la carcajada alegre que permite paradójicamente a los convocados celebrar su ocurrencia y olvidar por un instante, la vida y sus problemas cotidianos afuera del lugar.
Y es que con don Chuy se puede hablar de lo que sea, lo mismo aporta sus teorías sobre la gastronomía mexicana y sus bondades para la cruda del borracho habitual que los temas de política y gobierno del día.
Sobre lo primero, sostiene que gracias a la tortilla -al maíz, específicamente-, utilizándolo en un atole, una mezcla de agua con el grano molido, se pueden apaciguar los estragos de una resaca.
“Le cubre las paredes, porque el alcohol, en la cruda, le quita la babacita, que está en el intestino, lo deja limpio la pinche cruda, pero el atolito haga de cuenta que le enjarra, le bondea”, asegura.
Cada vez que da un consejo, después de la carcajada, habitual, en sus charlas, Chuy ve directamente a los ojos y con el dedo índice de su mano derecha, se apunta a la sien del mismo lado, como diciéndole “piénsele” a su interlocutor.
“En las crudas yo me agarro un jarrote de barro y luego compro nopalitos, chile colorado, un huevo en torta y adiós cruda… es más hasta surra y surra bonito”, agrega.
En las paredes del Bar 15, cuya fundación data de más de 60 años, hay imágenes de mujeres semidesnudas de varias décadas, es una especie de homenaje a los iconos de la belleza femenina.
Tras servir una nueva ronda a dos jóvenes recién llegados, Jesús se acerca a un cajón a la extrema izquierda de la parte posterior, junto al estante de licores, donde saca una serie de documentos.
Se trata de un paquete de recortes periodísticos y fotografías, hasta folletos de ofertas y programas de espectáculos que albergarían los distintos centros nocturnos, cabarets y casinos de la época de bonanza de la avenida Juárez, entre ellos, La Cucaracha, el Follies, entre otros.
Al verlos, don Chuy los presume orgulloso, no sin antes sentenciar: “Nomás de verlos hasta me dan ganas de llorar”.
Y no miente, sus ojos se llenan de lágrimas, pero como buen macho que es, de ésos bragados de antaño, traga en seco y no permite que ni una lágrima ruede por su rostro.
“Oiga es que no chingue, espérese, son 50 años detrás de una barra y verlos así de peladas, ¡Uff!”, agrega.
El oficio de bartender o cantinero, no es sencillo, dice “don Chuy”, ya que para este trabajo hay que tener paciencia y siempre estar dispuesto a escuchar todo tipo de historias, su oficio es una rara mezcla entre sicólogo y sacerdote.
“No pero mire, qué chingaos, esas son profesiones en las que la vida se puede salvar, acá uno más bien está… ¡Como torero!”, corrige y suelta una carcajada.
“La atención y la plática es lo que hago yo, yo emborraché a González Soto, emborraché a Nacho Duarte, tío de este gobernador, sí señor, que era recaudador de Rentas, pura gente de política”, agregó.
Por su convivencia con funcionarios y aspirantes a puestos públicos, Jesús llegó a ser invitado en más de una ocasión para integrarse a las campañas, pero eso nunca llamó su atención.
A Escobedo le preocupa que la tecnología esté acabando con la convivencia de antaño en los lugares de encuentro, como el que el resguarda.
“Hoy en día ya la gente dejó de hablar, lo peor es que hasta cuando están solos no disfrutan de su silencio, están mandando mensajes con esos mugres aparatos celulares y luego para colmó están a marque y marque a la casa, yo les digo, bueno pos que idea la suya, así cuando van a agarrar sancho (amante)”, expresa.
“Si se la pasan avise y avise donde están, es más me han dicho que hasta cuándo van en la ruta le marcan a su esposa y hasta le quieren pasar al chofer para que les crea, no la frieguen…”, añade.
Cuando empezó como lavaplatos Jesús Escobedo nunca imaginó que fuera a durar 50 años en el oficio, sin embargo, para él, cada día parece que fuera el primero, es una pasión que sólo equipara a su matrimonio, en el que pronto cumplirá 50 años de casado.
“Mire, para mí la clave de la felicidad del matrimonio es esta: yo siempre le doy la razón a mi mujer aunque no la tenga, -¡Llegó tarde!, -Sí señora, no se enoje, -así ya no discute nada, para qué me le pongo al pedo”, comenta.
“Mire, el matrimonio, es así tan sencillo, usted agarra una paloma bronca en sus manos y si la aprieta mucho la va a lastimar, pero si la afloja de más se le va a ir, eso es el matrimonio”, concluye.
El bar se encuentra abierto diariamente de 11 de la mañana a 12 de la medianoche, al fondo de la barra, alguien canta.
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