jueves, abril 06, 2023

 Escribo esto, porque soñar no cuesta nada

Esta semana soñé con mi mamá, no sé qué soñé. Solo me recuerdo gritando en medio de la madrugada gritando ¡Te amo, mamá!
A veces los recuerdos son confusos. En ocasiones los retazos de existencia son inconexos entre sí. Vivimos en una aceleración que nos deja separados de la realidad de nuestra vida y ni tenemos tiempo de agradecer. Y entonces ocurre el cruel amanecer.
Y al despertar las primeras imágenes que percibimos del mundo, no son las que recordamos. Fueron de tus ojos los instantes y el mundo ha cambiado. Me dije que no lo iba a contar, son años después, pero ¿cuántos?
¿Es el destino lo que requiere de nuestra aprobación para admitir un recuerdo?, ¿debo de llamarle a esto que es existir una verdad irrefutable… para creer que aún sigo vivo?
El día es la posibilidad y me perdí. Nunca hubo un tiempo, me dice la razón que empieza a hacerme reconocer el canto de los pájaros.
Duermo, aun cuando la lengua de un dragón que tengo aún no escupe el fuego, de mi primera palabra. He sido apagado y enciendo el televisor, en mis manos está el control donde una lágrima no tiene sentido a ser derramada, solo como la palabra misma fluye, allí donde se colma la soledad. La sola edad de haber sentido y fracasar y levantarme por nueva cuenta, reflejándome en los otros tan queridos, tan lejanos, mi familia.
Entonces ocurre el milagro. Y le digo en la lejanía dimensional a mi madre cuánto la amo, porque ahora, -como parafraseando a Juan Gabriel-, pienso en ella, mucho más que ayer, pero mucho más.
Llorar, como decir amor, son palabras mal interpretadas, que no siempre uno deja fluir. Porque las lágrimas, no siempre entregan lo mejor de uno. Lo mejor de sí. A veces ocurre que una palabra puede cambiar nuestro universo.
A veces uno llora queriendo apagar el fuego, ese interno que incendia las otras cosas que nos rodean. Algunas veces somos el hielo y nos promovemos como una luz, siendo oscuridad.
Pero somos el silencio, esa mano que se agita, un clavo en la cruz que sangra. La propia voluntad perdida. Y siendo fuego nos extinguimos. Somos todo el amor que no tiene memoria, la puerta de otras dimensiones que nos sueña.
Somos y eso es lo que importa. A veces la palabra no está escrita. Es un café que te despierta en ese dolor inmerecido. Es volver a nacer, reconocer los ojos, la verdadera esencia del amor, el esfuerzo de alguien que te ama.
-¿Quieres un café?
Me dijo Lirio Doblele sin saber lo que soñé.
Entre estos días le conté via whatsapp desde el trabajo de mi sueño y ella me dijo: “Háblale, ¿se extrañan verdad?”
Comencé a llorar como hace mucho que no lo hacía, en el lugar menos oportuno.
Luego sentenció: “Te entiendo amor”.
No podía dormirme sin dejarles de contar este momento de felicidad de saber que estoy con ella, con Lirio.
Esta noche quiero soñar en que abrazan a su madre, a sus seres queridos, mucho más que ayer, pero mucho más...
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