domingo, marzo 10, 2019

Túneles en el Centro… ¿Un pasadizo a otra época?



-Hasta el momento, la existencia de pasadizos subterráneos en el primer cuadro de la ciudad no se ha verificado históricamente

-El último custodio del Archivo Histórico de la región los buscó antes de morir, dejando inconclusa su empresa




Por Mauricio Rodríguez | publicado originalmente en Periódico Norte 13 septiembre, 2015

Mucho se ha hablado sobre la existencia de túneles que se encuentran bajo las calles del primer cuadro de la ciudad, en lo que se conoce como Centro Histórico. Sin embargo, pocas han sido las pruebas que demuestren la veracidad de los dichos populares, que han convertido el tema en una leyenda urbana que se ha ido transmitiendo de generación en generación.

En días recientes, el tema de este tipo de pasadizos subterráneos que se han convertido en cantos populares cobró un giro inusitado en la ciudad de Puebla, donde fueron localizados una serie de túneles con una posible antigüedad de hasta casi 500 años y que tienen una longitud que se estima alcanza los 10 kilómetros.

Antes de morir, el pasado mes de junio del presente año, el historiador y jefe del Archivo Histórico, Antonio Ruiz Caballero, español originario de Santander, quien llegó a esta ciudad desde mediados de la década de 1960, llegó a comentar a varios de sus amigos cercanos el sueño que tenía para la remodelación del Centro de la ciudad.

En él, el historiador narraba su intención de llevar a cabo una exposición fotográfica de los bares y salones que operaron en el primer cuadro de la ciudad en los años de bonanza en la avenida Juárez.

También, este proyecto abarcaba una de las más ambiciosas e inéditas revelaciones que se han hecho en la historia juarense: decía tener la localización precisa de los túneles que por mucho tiempo se manejaron como un simple tema de conversación de las tardes de bohemia y que se fue transmitiendo como uno de las leyendas urbanas que más fuerza han cobrado en la región.

La visión de Ignacio Esparza Marín

El cronista de la ciudad Ignacio Esparza Marín, en su libro “Monografía Histórica de Ciudad Juárez” (Imprenta Lux, 1986), hace mención del tema de los supuestos túneles que se encontraban bajo la zona adoquinada.

En su texto, el historiador hace un recuento de las especulaciones que durante mucho tiempo se crearon en torno a la posible existencia de un túnel que corría entre la Misión de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte y la Casa Consistorial, espacio hoy ocupado por la antigua presidencia municipal.

Eran los tiempos en los que el presbítero don Ramón Ortiz se encontraba a cargo de la misión, es decir, entre los años 1838 y 1896.

Según narra Esparza Marín, la creencia popular señalaba que el pasadizo subterráneo cruzaba por la avenida Mariscal hacia el norte, hasta perderse en un punto en la calle Ugarte.

Otra de las teorías, manejadas en la monografía, es que dicho túnel alcanzaba a llegar hasta la montaña Franklin, de El Paso, donde aparentemente existió una mina, la cual fue clausurada al momento de dejar de ser productiva.

Eran los tiempos en los que Juárez y El Paso formaban una misma comunidad, aún no existía la división territorial entre México y Estados Unidos.

El mismo Esparza Marín descarta cualquier posibilidad de evidencia del pasadizo, ya que señala que al realizarse remodelaciones en la vieja misión, al remover el altar y varias criptas, nunca fue localizado algún indicio que diera pie al dicho popular.

Rescatar el pasado

Apasionado de la historia de la ciudad, Antonio Ruiz Caballero, en su carácter de jefe del Archivo Histórico, concedió a NORTE de Ciudad Juárez una entrevista en junio de 2014, con motivo de la restauración de monumentos y edificios históricos de la ciudad y de la cual se cuenta con una copia de audio.

En ella, hizo un paréntesis en la charla para comentar sobre su interés de rescatar la infraestructura subterránea que aseguraba no era una leyenda, sino una realidad.

Ruiz Caballero sostenía que detrás de la misión, donde fue la casa Consistorial, cercano a esa zona se construyó también el fuerte de San José, que nació para defender a los habitantes.

“Ahí se concentraban dentro, ahí enterraron el primer pozo que tuvo Ciudad Juárez, ahí hay sótanos, ahí hay un túnel, que ya estoy encontrando la salida, estoy en su búsqueda, es un túnel”, afirmó.

“Siempre se ha dicho que la misión y la antigua presidencia estaban comunicadas por medio de un túnel, y que había algo de escape o para proveerse de alimentos, que iba a dar cerca del río, otros de los más aventurados decían que el túnel llegaba hasta El Paso, que cruzaba debajo del río, pero lo que sí es que tenía unas salidas para abastecer de alimentos cuando eran asediados por los salvajes”, agregó.

El hallazgo más importante que comprobó la teoría de los pasadizos, describió Ruiz Caballero, fue durante las obras de construcción del paso a desnivel que recorre la avenida 16 de Septiembre, en el tramo que comprende la calle Mariscal y callejón Victoria, donde él mismo estuvo presente.

“Ahora que construyeron el túnel, a mí me tocó estar ahí y ver cómo estaba sellado, en las reformas que hicieron a la antigua presidencia municipal, Carlos Villarreal y Antonio J. Bermúdez, las empezó Antonio J. Bermúdez, las terminó Carlos Villarreal, se hizo el segundo piso, se hizo el revestimiento de cantera encima de los adobes, y entonces sellaron los pisos, sellaron las celdas y sellaron los túneles”, explicó.

“Luego, cuando construyeron, que se cayó la cárcel que había y pusieron las oficinas de la Junta de Agua, que estaban antes ubicadas en la esquina de Mariscal y 16, donde después se construyó un estacionamiento público, volvieron a sellar otra vez, pero el túnel ahí estaba, (por ahí) pasa y tengo ya casi localizada la entrada, nada más que es propiedad privada”, refirió en aquella ocasión.




Soñaba con regresar el esplendor de antaño

Mientras atiende el negocio donde labora, José Luis Hernández Caudillo no pierde un instante para hablar de una de sus más grandes pasiones, Ciudad Juárez.

Historiador aficionado, desde hace un par de años, Hernández Caudillo fundó junto con varios amigos el grupo de Facebook “El Juárez de Ayer”, donde además de anécdotas se realiza una recopilación de imágenes de sitios, edificios, establecimientos, monumentos y personajes históricos que han tenido influencia en la localidad.

Fue debido a este acervo pictórico acumulado que puede consultarse en el mencionado grupo de la red social que Antonio Ruiz Caballero le pidió su colaboración, para conseguir fotografías de antiguos bares, casinos y centros de entretenimiento que operaron en la avenida Juárez durante el siglo 20.

“El señor Antonio Ruiz quería crear una especie de galería al aire libre, colocando las imágenes de cómo lucían algunos de esos bares, restaurantes y centros de espectáculos afuera de donde se localizaban originalmente, con una breve semblanza de los mismos, ya que les veía potencial como atractivo turístico”, comentó Hernández Caudillo.

Concertada la solicitud, José Luis Hernández se dio a la tarea de hacer una recopilación especial, la cual le fue entregada a Ruiz Caballero, quien en agradecimiento le prometió un regalo, que abriría la posibilidad de desmitificar la idea de los túneles en el Centro Histórico de Juárez: un viejo plano donde se mostraba el sitio exacto del recorrido que hacía una de las vertientes.

El mismo Hernández Caudillo recordó que en la esquina del callejón Victoria y Ugarte, en las inmediaciones de la vivienda donde algún tiempo habitó Enrique Flores Magón, fue localizado una vieja puerta de madera en el piso, que al parecer llevaba a un pasadizo subterráneo.

Sin embargo, sobre dicha superficie se construyó un estacionamiento y las fincas que ahí se encontraban, incluida la de Flores Magón, fueron derribadas, y la entrada al sótano fue clausurada y sepultada en concreto.

Hernández Caudillo no tuvo acceso al plano que le fue ofrecido por Ruiz Caballero; días después de que lo vio, el jefe del Archivo Histórico falleció de causas naturales y la entrega del documento no llegó a concretarse.

Empero, Hernández recuerda que en aquella charla, Ruiz Caballero, le reveló según los cálculos que venía realizando, el sitio donde el túnel tenía salida: El hotel del Sur.



El hotel del Sur

El hotel del Sur, probablemente construido en 1919 –actualmente abandonado y en cuyo interior se encuentran vestigios de otras épocas, como un automóvil Mitchell del año 1913, viejo mobiliario e incluso, restos de máquinas que se utilizaban en un casino–, mantiene en sus entrañas otro secreto que pudiera ser la entrada al Juárez del Ayer.

Según imágenes compartidas recientemente a través de la red social, en la planta baja donde se encuentra el coche Mitchell, bajo el armatoste, se alcanza a observar una cavidad cuadrada, donde según testigos se encuentra la entrada a un sótano o un posible túnel.

Hernández Caudillo, refiere que de comprobarse la presencia del pasadizo, se estaría hablando de uno de los hallazgos más importantes en materia histórica en la ciudad.

Al igual que Ruiz Caballero, José Luis Hernández compartía la idea de la reactivación de la avenida Juárez por medio del rescate de sus espacios abandonados.

“¿Se imagina lo que sería del hotel del Sur si este fuera rehabilitado y se pudieran hacer allí actividades culturales?”, apuntó.

Otros túneles en el Centro

Existen otras versiones de personas que laboraron en el primer cuadro de la ciudad que alimentan la creencia de que allí, bajo la tierra, se encuentran una serie de ramificaciones que conectan a distintos edificios, no es del todo una leyenda.

Un extrabajador del cine, quien solicitó mantener su nombre anónimo, asegura haber visto con sus propios ojos la entrada a un pasadizo justo detrás de la pantalla.

El espacio cubierto de alimañas nunca fue explorado, y tras la venta del inmueble y su ocupación como tiendas y locales comerciales, imposibilitaron aún más la verificación de dicha aseveración.

El promotor cultural Miguel Ángel Mendoza Rangel, quien durante 21 años estuvo al frente del museo de la exaduana como director, mencionó que durante su gestión fueron muchas las ocasiones en la que investigadores y aficionados acudieron al inmueble para solicitar permiso para acceder a buscar la entrada a los pasadizos, ya que también la creencia popular cuenta que en dicho lugar habían túneles que conectaban a distintos puntos del primer cuadro de la ciudad.

Sin embargo, pese a que se brindaron las facilidades en las ocasiones que así lo ameritaron para ingresar a los sótanos del edificio, nunca fue encontrado el acceso a túnel alguno.

“Era muy común que nos llegaran a visitar siguiendo esas leyendas, sin embargo, no hallaron nada, lo que sí puedo decir es que el edificio tiene sótanos amplios, pero no hay nada más, al menos a simple vista”, indicó.

Aún así, el también antropólogo señaló que no es del todo descabellada la idea de que hubieran pasadizos bajo esa zona, debido a que en este sector se vivieron ocupaciones militares en la época de la revolución y dichos corredores subterráneos pudieron servir con fines estratégicos.

“No se puede descartar por completo la posibilidad de que existan, estamos hablando de un inmueble estratégico como lo fue la exaduana, pero hoy en día no se cuenta con elementos que comprueben la veracidad del dicho popular”, acotó.

Antonio Ruiz Caballero no se explicaba el porqué las autoridades omitieron la existencia de dicho subterráneo, el cual aseguró hasta sus últimos días era una realidad. Prefería no especular respecto al silencio que se guardó sobre la existencia de los mismos, sin embargo, sostenía que con la participación ciudadana y del Gobierno en conjunto, dichos espacios, de recuperarse, se convertirían en un espacio turístico e histórico, sin precedentes en la localidad. Ese era su sueño.

¿Quién era Antonio Ruiz Caballero?



Antonio Ruiz Caballero, nació en Santander, España, en 1936, pero que llegó a México como miles de ibéricos, producto del exilio por la guerra civil y se hizo mexicano, asumiéndose juarense por amor.

Ruiz Caballero llegó a Juárez durante la década de los sesenta del Siglo XX, aquí se casó y formó una familia compuesta por su esposa, sus dos hijos, nueras y sus nietos.

Durante su vida se ocupó funciones directivas de distintas empresas cerveceras y refresqueras, así como en negocios particulares, hasta que llegó la oportunidad de ocupar puestos de administración pública.

En este rubro fue historiador y era el jefe del Archivo Histórico de Juárez, ubicado en la biblioteca Arturo Tolentino.

Anteriormente se desempeñó como director del Centro Municipal de las Artes.

Historiador por convicción, se desempeñó como entusiasta integrante de la Asociación de Historiadores de la Ciudad, Ateneo Fronterizo.

También fue embajador honorario de España en la ciudad, logrando tramitar las becas para estudiar en España de cientos de jóvenes juarenses.

Dejó de existir la madrugada del miércoles 10 de junio de 2015, a la edad de 79 años.


En Puebla la leyenda pasó a ser realidad

Con una antigüedad calculada entre los 300 y 500 años, se descubrieron túneles subterráneos en la cuidad de Puebla, que vienen a darle una nueva revisión a esta parte de la historia poblana.

Estos túneles son edificaciones militares que sirvieron durante la Batalla del 5 de Mayo contra tropas francesas, que cuentan con 7 metros de altura y 3 metros de ancho.

Sergio Vergara Bermejo, gerente del Centro Histórico y Patrimonio Cultural de Puebla, reconoció que “En la narrativa urbana o las leyendas urbanas se ha hablado de los túneles de Puebla, pero nadie sabía dónde estaban, nunca los habíamos visto”.

Se localizaron en la zona interna del Centro Histórico y en la franja de los fuertes, antiguas capillas asentadas en lo alto de un cerro Acueyametepec, las cuales fueron convertidas en el siglo XIX en fortificaciones militares.

Las estructuras se localizaron en la zona interna del Centro Histórico y en la franja de los fuertes, antiguas capillas asentadas en lo alto de un cerro Acueyametepec, las cuales fueron convertidas en el siglo XIX en fortificaciones militares.

Los hallazgos permitieron ver que existe una comunicación que va del fuerte de Loreto al fuerte de Guadalupe en la parte alta de la ciudad; y del fuerte de Loreto al céntrico barrio de San José.

Igualmente se halló uno que va del fuerte de Guadalupe a la Iglesia de los Remedios, el bastión donde el general Ignacio Zaragoza decidió concentrarse para planear la heroica defensa de Puebla ante el Ejército francés. “Aparecieron túneles que parecían desagües, pero por el tamaño son los famosos túneles de las leyendas urbanas, estuvieron más 300 años cerrados y te das cuenta que existen, son impresionantemente altos donde cabe hasta una carretera”.

(Con información de: Unión Puebla y El Universal).

Un náufrago en La Playa



Fotos: Manuel Sáenz
Mauricio Rodríguez
Es mediodía y en la ciudad, el cielo semi nublado deja escapar algunos rayos de sol. Sobre la calle Mariscal, las obras de reconstrucción avanzan y en sus inmediaciones se observan grandes montículos de tierra y arena que dificultan el tránsito peatonal.
En esa calle, unas tapias dejan ver la entrada de uno de los establecimientos que permanecen cerrados desde hace algunos años, cuando la violencia acabó con gran parte del comercio y la vida nocturna en el sector.
De entre la oscuridad de ese establecimiento, se escucha la voz de un hombre que invita a pasar a los visitantes.
Es Jorge Landeros, un joven de 29 años, quien desde hace ocho meses radica en las ruinas del establecimiento que por mucho tiempo operó bajo el nombre de “La Playa” y que tiene su entrada principal, sobre la avenida Juárez.
De aspecto desaliñado, pálido, con signos visibles de desnutrición, Jorge, que se apoya en unas muletas para andar, dice ser originario de Obregón y desde hace poco más de un año estar en esta ciudad.
“No tengo cantón,  estoy aquí desde hace un año cuatro meses, terminé quedándome en este salón, el dije al encargado que si me podía quedar y yo le cuidaba a cambio y me dijo que sí, pero nomás con que no le robaran, porque si se da cuenta que falta algo me voy de aquí, y me echa a la policía”, afirmó.
Con la ayuda de las muletas, Jorge se desplaza por el lugar donde en otro tiempo, antes de ser el salón La Playa, operó el café bar “La Cabaña”, en los años de bonanza de la avenida Juárez.
En ese sitio, una vieja lancha deportiva se encuentra enclavada en el segundo piso, mientras que en la parte baja, un viejo automóvil Ford Galaxie 500 modelo 1964, sin motor y empolvado, permanecen en su interior.
“Yo no tengo familia aquí, mi familia piensa que ando de aquel lado, pero no les aviso porque, imagínate, están en la idea de que salí a conseguir el sueño americano y que se den cuenta que estoy acá, sufriéndole, que no la libre, olvídate”, comentó.
Jorge, quien dijo haber estudiado hasta la secundaria, se mantiene de la caridad pidiendo ayuda a los transeúntes en la zona cercana al puente internacional Paso del Norte.
“Sinceramente, el trabajo en las fábricas aquí no deja, aparte de cómo estoy, así lastimado, es más difícil, por eso salgo a las calles a pedir, así me ayuda la gente y la voy llevando”, expresó.
Landeros cuenta que fue hace ocho meses, poco antes de llegar a La Playa, cuando intentó cruzar hacia Houston, Texas, pero fue interceptado por la migra.
En su huida, al brincar bardas y una malla, cayó lesionándose la rodilla, la cual no ha sido atendida médicamente.
Jorge se recarga en una de las paredes del establecimiento para acomodarse en una vieja colchoneta que está rodeada de escombros y basura, allí se sienta y se dispone a descansar.
Cerca de él está ya otro hombre que acaba de ingresar al lugar. Afirma es su hermano, del cual no revela su nombre, pero de quien asegura, también le acompañó en su intento por cruzar hacia Estados Unidos.


Junto a ellos está el silencio, sus miradas no se cruzan, dice que la lancha y el viejo Galaxie son la única referencia del anhelo que tuvo por progresar y alcanzar una mejor vida.
“Fui a cumplir el sueño americano, a buscar una feria, tengo esposa y dos niñas, pero luego que nos deportaron, no tengo recursos para devolverme a intentarlo, está canijo”, apuntó.
Afuera, el sol se abre paso entre las densas nubes negras y deja entrar un haz de luz entre las tapias allí en La Playa, donde los náufragos del de

El último viaje del pirata 058




El autobús de la línea pirata "Turismo Tito's" que se volcó durante la tarde del lunes registrando pérdidas totales y lesiones en sus dos tripulantes, cuatro horas antes había dejado un viaje en el que incluso viajó gente de pie y sentada en los pasillo, carecía de toda medida de seguridad




MAURICIO RODRíGUEZ
TORREÓN, Coah.- Son las 8:30 de la noche y en la esquina que forman la calle Galeana y el boulevar Revolución, en la zona centro de Torreón, Coahuila, donde tiene su sede la agencia de camiones piratas "Unidos de la Comarca", una muchedumbre contrasta con lo desolado de las calles.
En esta ciudad coahuilense, donde los enfrentamientos entre grupos de la delincuencia organizada han ido en aumento y han cobrado la vida de cerca de 500 personas en lo que va del presente año, refleja sus estragos en el primer cuadro de la ciudad, donde además del abandono de comercios, los pocos que aún subsisten cierran antes de que caiga el sol, dando la apariencia de un pueblo fantasma.
Es en ese lugar, donde decenas de personas, familias principalmente,  se arremolinan algunos para despedirse, mientras otros se apuran para abordar un autobús Masa Premier, modelo 93, con número económico 58, color blanco que tiene pintado a sus costados "Turismo Tito's", una línea de autobuses que forma parte de la "agencia" de viajes especiales.
Para atender la demanda de viajantes en este verano, que es considerado la temporada alta, un par de mujeres atienden el local denominado "Unidos de la Comarca", donde desde las primeras horas de la mañana ofertan los viajes a un precio de 280 pesos por persona.
Como comprobante para el cliente, se entrega un boleto donde se escribe con puño y letra el nombre del viajante, el precio, la fecha y el asiento que le fue designado.
El problema para algunos pasajeros comienza justo antes de que arranque el autobús, ya que a minutos de abordar, se dan cuenta que el vehículo ya se encuentra ocupado en los 45 asientos que lo conforman.
A manera de justificación, la vendedora de boletos grita que "para eso deben llegar temprano" y "al que no le guste se puede bajar" invitándolos a ocupar lugares en el pasillo.
Y es que, además de las 45 personas que viajan sentadas en cada uno de los asientos, hay por lo menos otras 15 personas, principalmente niños y adolescentes que viajan acomodados en las piernas de sus padres o familiares.
Bajo la promesa del chofer de que en Gómez Palacio, Durango, ciudad que se encuentra a un lado de Torreón, habrán de bajarse varias personas, ocho pasajeros deciden continuar el viaje. Otros tres, sólo se bajan decepcionados de que al menos por esa noche no viajarán a Ciudad Juárez.
De las seis personas que han decidido continuar, cuatro viajan en la parte posterior, dos más, una mujer y un hombre se acomodan en la parte frontal junto al chofer y su copiloto.
La temperatura ambiente en el exterior es de 33 grados centígrados, pero dentro del autobús, que carece de clima artificial, la sensación termica es de al menos 37 grados.
Aunado a ello, se escuchan los llantos de niños que tal vez padeciendo el clima, son aleccionados por sus padres, mientras que mujeres de la tercera edad reclaman al chofer que avance para que entre un poco el aire y se quite el viciado ambiente donde a la mezcla de humores y secreciones humanas se suma la desesperación.
En Gómez Palacio bajan sólo dos personas, que resultaron empleados de la agencia de viajes y también viajaban de pie. El enojo y la desilusión se hace latente entre los que viajan de pie. Entre los demás pasajeros hay miradas de apoyo, de comprensión y tras recoger algunas bolsas del pasillo, los cuatro viajantes de en la parte trasera comienzan a acomodarse.
Al frente, la mujer se sienta en una hielera que le ha prestado el ayudante del chofer, en tanto, el hombre, de complexión robusta, trata de acomodarse en un carrete de cable que hace las veces de banco.
"Ya hace como 8 ó 10 años que no iba para Juárez, pero igual y ahorita nos la aventamos", comenta al chofer a su ayudante, al tiempo que le señala que tomará la carretera libre y no la autopista, para continuar su viaje.
Las malas condiciones de la rúa utilizada principalmente por camiones de doble remolque y de carga, a la par de una incipiente lluvia que se torna en aguacero y que deja al descubierto que los limpiavidrios frontales no sirven, obligan al chofer a tomar la decisión de ingresar a la autopista, una vez que llega a Jiménez, Chihuahua.
Algunos metros a la salida de este municipio, el chófer se encuentra con otro autobús perteneciente a su misma línea con el número económico 77 y que también viaja a Juárez, por lo que decide hacer un alto para cenar y permitir que la gente baje a comprar un refrigerio o utilizar el baño, ya que el autobús carece de sanitarios. Es casi la medianoche.
El ayudante del chofer aprovecha la pausa para utilizar el camarote que se encuentra en la parte baja del camión y descansar. Es en ese punto donde el hombre y la mujer que viajan sin asiento junto al conductor, deciden intercambiar lugares. Ella se recuesta en el pasillo, mientras que él ahora ocupa el lugar del copiloto, un asiento que carece de cinturón de seguridad y que se encuentra pegado a la puerta de acceso, la cual está vencida y tiene al menos 10 centímetros abierta y se tambalea mientras el autobus avanza.
"No se preocupe, no se va a salir" dice el chófer al pasajero que no se haya del todo convencido.
Según reveló el conductor, él y su compañero no han tenido descanso durante las tres semanas recientes, ya que realizan viajes que van de la Comarca Lagunera al sur del país.
"Nosotros no íbamos a ir a Juárez, pero nos salió un viaje de gente de Delicias que va a ir al sur del país para el lunes y quisimos aprovechar la vuelta, por eso nos trajimos este pasaje", comentó el camionero que aseguró tener 22 años de experiencia al volante.
En la autopista entre Jiménez y Chihuahua hay un tramo en reparación de aproximadamente 2 kilómetros. Pese a que existen señalamientos preventivos, el chofer avanzaba a más de 80 kilómetros por hora y de no ser por una maniobra fortuita, el camión se hubiera salido del camino.
Al frenar de manera estrepitosa, la mayoría de los pasajeros se despertó de un sobresalto y tras escuchar los reclamos de algunas personas que viajaban en la parte frontal, el conductor disminuyó la velocidad en el tramo habilitado por las autoridades.
En la ciudad de Chihuahua, el chofer, que mantuvo comunicación constante vía mensajes de texto y llamadas rápidas con el conductor de la unidad 77, anuncia una segunda parada, ya que la otra unidad se reventó de una de sus llantas traseras derechas.
La pausa, a las orillas de la capital del estado sirve para que algunos de los viajantes estiren las piernas y hagan sus necesidades fisiológicas, sin embargo, para esa hora, cerca de las 3 de la mañana, el frío del desierto comienza a sentirse y calar en la piel.
El resto del camino a Ciudad Juárez transcurre con relativa tranquilidad. A las 7 de la mañana toca hacer la penúltima escala: Es el punto de revisión militar PRECOS.
Allí, una fila de cientos de metros formada por vehículos de todo tipo se observa desde lo lejos. Al acomodarse, al automotor avanza de manera lenta, apenas centímetros en lapsos que van entre los 4 y los 10 minutos.
Tras una hora de espera, por fin es sometido a una revisión por parte del personal militar. Uno de los oficiales recorre la unidad desde el exterior apuntando al autobus con un detector molecular del tipo GT 200, en busca de armas y droga.
Otro de los uniformados aborda la unidad y realiza otra inspección. Tras responder una serie de preguntas el chofer continúa su marcha y casi una hora después ingresa a Ciudad Juárez.
Al entrar son tres las paradas que realiza antes de llegar a su destino final. La primera es en la Glorieta del Kilómetro 20, donde descienden cinco personas.
Metros adelante, en el inicio de la carretera a Casas Grandes, hay un punto de revisión especial implementado por las autoridades en busca de camiones piratas.
Tras mostrar parte de la documentación que era verificada por el personal de gobierno, el nerviosismo de los trabajadores del volante era visible, sin embargo, minutos después, después de platicar en la parte posterior del autobús, los choferes retomaron su rumbo final, con destino a la zona centro de Juárez.
"¿Alguien sabe pa' dónde queda el monumento? ¿Voy bien?". preguntó el conductor de la unidad 85, mientras a coro se escuchó un 'sí' y uno de los pasajeros le indicó la manera de llegar al final del trayecto.
Son las 9:30 de la mañana, trece horas de un recorrido que a ratos se antojaba imposible la odisea tiene su culminación en un estacionamiento público en la calle Manuel Bernal, donde los pasajeros bajan taciturnos, agradeciendo al cielo por llegar a la frontera,  sitio en el que hay varias paredes donde se anuncian con rótulos los viajes especiales con salidas directas diariamente, cómodas y seguras, a distintos puntos de la república.

A manera de epílogo
A la 1:30 de la tarde, cuatro horas después de haber dejado a su pasaje en Ciudad Juárez, en su camino de regreso, la unidad 058 sufrió una volcadura en la cual resultaron lesionados el chofer y su copiloto.
La unidad, que viajaba sin pasajeros registró pérdidas totales.
El accidente ocurrió cerca de la 1:30 de la tarde a la altura del kilómetro 131, cerca del poblado de el Sueco y según el reporte dado a conocer por la Policía Federal el accidente pudo haber sido provocado por una ráfaga de viento superior a los 80 kilómetros por hora.




El mariachi que llegó para quedarse

Por Mauricio Rodríguez | Publicado originalmente en Periódico Norte el 2 agosto, 2015


En la oscuridad de la noche, tan negra como el traje de mariachi que porta, Onésimo Martínez Cruz, atraviesa las calles sigiloso y en su transitar, la música va por dentro, mientras callada viaja en su espalda su fiel compañera, una guitarra de madera, que le cubre la retaguardia.
Antes de cruzar la avenida, observa para ambos lados de la vía, su precaución no es para menos, tras un accidente automovilístico sufrido hace tres años en compañía del grupo de mariachis con el que participaba, Onésimo perdió la movilidad en sus piernas y desde entonces anda en silla de ruedas.
“Dicen que un gato tiene siete vidas, pero yo he librado la muerte más de nueve veces”, afirma este hombre originario nacido en 1957 en el pueblo de San Pablo Degorexte, Oaxaca mientras en su rostro una amplia sonrisa se despliega sincera.
Onésimo musita algunas versos románticos, mientras los pocos peatones que aún deambulan por el cruce de la avenida 16 de Septiembre y la calle Ramón Corona.
Algunos le observan de soslayo, para ellos tararea melodías y sonríe, son las canciones que entre la luz de neón y el aroma a tabaco y licor habrá de interpretar en esta velada.

“Una piedra en el camino, me enseñó que mi destino, era rodar y rodar…”

A Ciudad Juárez llegó hace 20 años, después de trabajar como cocinero en la mina La Caridad, en Nacozari, Sonora, a dónde acudió, como muchos, en busca de un mejor futuro para él y su familia.
“De san Pedro me fui a trabajar a México, allá trabajé tres años y a los 19 regresé a mi pueblo, en 1976 y ese mismo día me fui con mi tío Erasmo que estaba de visita, a Nacozari, yo quería conocer una mina”, comentó.
Ahí vivió casi 20 años e hizo el suficiente dinero para comprar un terreno en el que construyó un jacalito y donde recibió la visita de su padre quien le comunicaba que su madre estaba muy enferma y le pedía verlo antes de morir.
“Yo le dije a mi papá: aquí tengo vida, aquí hay vida, trabajo, tengo seguro, mire padre, mejor vaya usted al pueblo y tráigame a mi mamá y a mis hermanos”, recordó.
Tras convencer a su padre de que pagaría el pasaje de toda la familia, al mes siguiente, llegaron todos y aquella mujer moribunda, le dijo que ya se sentía conforme y podía morir en cualquier momento.
“Su ánimo no era bueno, pero con base a cariño y cuidados mi madre logró vivir hasta el pasado mes de mayo”, reveló.
En tierra sonorense se enamoró de una joven, Angélica, con la que tuvo un hijo, Manuel, pero al ser ella menor de edad, su relación fracasó y se separaron a los meses de haber nacido su primogénito, el cual quedó bajo el cuidado de su abuela paterna.
Al volver su familia a San Pedro, Onésimo fue invitado por su hermano a visitar Juárez, en 1995 y fue aquí donde conoció a su segunda esposa, Catalina, de quien se separó hace cinco años, pero con quien procreó otros dos varones y tres niñas.
Desde su accidente automovilístico, Onésimo ha sido operado tres ocasiones, pero dice que ya no puede volver a caminar debido a la edad, la diabetes, la falta de solidificación de sus huesos y la carencia de recursos económicos para consultar algún especialista.
“No sé si con algún implemento ortopédico pudiera volver a ponerme de pie, eso cuesta mucho dinero amigo”, mencionó.
Cuando tenía seis años una burra lo pataleó hasta quebrarlo y dejarlo inconsciente.
El accidente con sus compañeros mariachis le volvió a quebrar y lo dejó en silla de ruedas y ya en ella, lo han atropellado en un par de ocasiones cuando ha salido a trabajar de bar en bar.
“Muchos me dicen que prótesis y no se qué, pero yo no ambiciono tanto, simplemente estoy vivo, estoy arriba de la silla, si no se pudo con las operaciones, ni modo, yo soy feliz, yo no me agüito andar aquí”, afirmó el músico que se le puede encontrar lo mismo por las mañanas que a altas horas de la noche, en el primer cuadro de la ciudad.

Nace una estrella

Con su inseparable la guitarra tras de él, Onésimo se mueve en la silla para alcanzarla y acariciarla, mientras algunos arpegios suenan entre las mesas y va preguntando a los parroquianos qué melodía gustan escuchar.
Después de hacer la ronda, es contratado por un grupo de jóvenes con quienes interpreta lo mismo una canción ranchera, que un bolero o un tango, ya que su repertorio supera las 450 canciones.
Su voz es potente, pero dulce y sus interpretaciones visten de un color especial la atmósfera donde los trasnochados lloran sus penas y brindan por sus hazañas del día.
“Yo aprendí a tocar desde niño, canto desde que empecé a hablar”, asegura, mientras sus manos devuelven a su acompañante a la parte posterior de la silla.
“A los 11 años me fui a escondidas a la XEOA de Oaxaca a un concurso en el programa “Qué norteña tan cotorra”, le platiqué a mi primo Trini quien me llevó bajo la condición de que le pidiera permiso a mis papás, cosa que no hice”, recordó entre carcajadas.
Así, un lunes a las 10 am, su pariente lo llevó a las puertas de la estación, donde los vigilantes entre intrigados y burlones le permitieron el paso al estudio.
 “Yo era un indito de huaraches, así, de pueblo, todos me veían como bicho raro
¿Que andas haciendo aquí niño?, ¡Aquí no se dan limosna!, vengo a cantar, les dije a todos”, comentó.
Después de aceptarlo y formarse para dar sus datos, los organizadores le indicaron colocarse donde estaban los aspirantes a cantar.
“Para mi suerte me tocó el número tres. Pasó, hasta me acuerdo de los nombres, pasó Domingo, cuando empezó a cantar, el muchacho andaba en otro tono y la gente empezó a gritar que lo bajaran” dijo.
“Luego siguió Gloria, que tenía una voz hermosísima, pero en el segundo verso, la canción se le olvidó y la abuchearon también”, añadió
Con la adrenalina contenida y soportando los comentarios burlones del locutor, Onésimo recibió la rechifla del público que pedía que lo sacaran del escenario.
“La gente gritaba bájenlo, y les respondí, que griten eso después de que me oigan, que griten lo que quieran pero primero que me escuchen” dijo.
Fue así que sonaron los primeros acordes de “Llorando a mares” que era una de las favoritas de su padre. Al terminar de interpretarla, Onésimo recibió una ovación de pie y calificó entre los 27 finalistas del concurso.
Al llegar a casa y revelarle a su padre lo acontecido, el hombre sólo le respondió entre emocionado y molesto “a la otra voy a ir contigo”.
“En total, fueron siete presentaciones y de esas sacaron los primeros lugares fui el primer lugar, me dieron una plancha, 25 pesos y mi diploma” señaló al esbozar una sonrisa.

En Juárez, la vida sigue
Sin embargo, el destino le tenía otro camino y fue así que la necesidad le obligó a trabajar en distintos oficios, hasta llegar a Juárez, donde junto a su hermano Trini que tenía un restaurante, comenzó de nuevo su vida.
“A veces tocaba en los descansos y fue ahí donde llegaba un trío y una ocasión que les faltaba un músico me invitaron y así comencé a recorrer las calles, hasta que me hice mariachi y empecé  y así sigo, desde el 2001 a la fecha”, manifestó.
La falta de movilidad de sus piernas no ha sido impedimento para Onésimo para salir adelante, por eso se sorprende cuando observa entre las barras a gente que se queja de su condición, pudiendo dar un extra de sí.
“Era mi destino dedicarme a la música, así lo decidió la vida, ya lo demás es andar…”, concluyó.