domingo, diciembre 31, 2006

Efectos Secundarios o de como adquirí urticaria


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Dirigida y escrita por Issa López, Efectos Secundarios (2006) es una comedia (¿?) que muere en el intento, al menos desde la butaca en la que la observé una noche de lunes acompañado de Norma.
Como cada inicio de semana laboral, preferimos ir los lunes al cine para poder apreciar de manera más cómoda, ya que es cuando menos gente asiste, y por lo general podemos obtener buen lugar en alguna cinta que se encuentra saturada los demás días de la semana.
De Efectos Secundarios nos habían hablado varios conocidos que, tal vez movidos por la nostalgia, se dejaron llevar con las situaciones de enredos y remembranzas que allí se plantearon.
El spot publicitario del largometraje maneja la leyenda de que "Cada reacción tiene más de una reacción", en ese sentido puedo asegurar que como los buenos analgésicos, me provocó somnolencia y pereza con sus trilladas manipulaciones de la mentalidad del joven contemporáneo con una comedia simplona.
Se supone que la historia gira a partir de un encuentro de varios jóvenes post adolescentes que se enfrentan al gran reto de cumplir los 30 años, quienes se reencuentran en una fiesta 12 años después de haber salido de la preparatoria.
Son 111 minutos en los que los recursos allí invertidos se hubieran aprovechado de mejor manera si la señorita López hubiera encausado su talento en un corto o mediometraje.
Con la sola historia en torno a la fiesta bastaría para mantener la atención del espectador, con diálogos más ágiles, menos sosos y con un manejo de edición enfocado a la reminiscencia propia de la trama.
Pero a cambio, obtuvimos una película, que más que una narración, aparece como una híbrido entre los anuncios de Coca Cola previos a la proyección del filme y un video clip musical interminable.
No pasan dos líneas entre los personajes, sean principales o secundarios, cuando aparece una canción con los grupos de moda tratando de hacer más explicito lo ya inevitablemente transparente.
Marina de Tavira, es la actriz que da vida al personaje principal de la historia y aunque estuve dubitativo de mencionarlo, por más que quise concentrarme no pude evitar resumir su participación en la idea de sus hermosas tetas en el desnudo que innecesariamente realizó en el acostón con el que fue el amor de su época estudiantil, según se cuenta en la trama.
Y es que por más que trate de concentrarme en dar una visión alentadora, no pude tragarme las situaciones que se plantean, como la del ex adicto, del que ni siquiera recuerdo el nombre.
En este caso en particular, me resulta increíble entender que quieran vender la idea de un "yonkie", que parece sacado de una revista de glamour post adolescente, que de alguien que en realidad lucha contra su adicción.
Digo, todos tenemos algún conocido que ha pasado o vive ese trauma y sabemos que lo menos que podemos apreciar es una persona bien vestida y con cero rastros de devastación.
En resumen, cuando vemos en retrospectiva el producto ofrecido, nos gustaría cambiar la historia y, por ejemplo, cambiar el argumento, subir a todos los ex alumnos en un camión en un viaje de reencuentro organizado a la playa de Acapulco y, para su mala fortuna ? y la buena de los espectadores- dejarlos caer por un desfiladero de la autopista entre el DF. y ése puerto marítimo.
Si la intención de Issa López, escritora y directora del filme, es brindar una visión fresca de la juventud mexicana que vaya más allá de los Cachunes o los de la telenovela Rebelde, debe comenzar por desprenderse de los estúpidos modelos de comedia gabacha y del MTV y observar a su alrededor, porque en serio que los consumidores de cine nacional no se merecen un final tan lleno de optimismo y filosofía existencial tan barata, más barata incluso que los anuncios previos a la proyección del largometraje que son planteados por la marca de cerveza Tecate o la refresquera Coca- Cola. Por lo menos éstos últimos se apegan más a la realidad, lástima que sean tan cortos y sus realizadores sólo los vendan como comerciales.


Me cago, basta decir que muchos conocidos aseguran que se sienten identificados, ¡ay Dios, qué mundo heredaremos a los críos!

martes, diciembre 19, 2006

Esas piñas que son las piñatas


Ahora que estamos a la víspera de las tradicionales posadas, de que recién hace un par de semanas mi campeón Ulises tuvo su cumpleaños número tres, me volvió, como me vuelve cada año que celebra su fiesta, la motivación belicosa que nos obliga a participar del ritual de las piñatas.
Después de navegar me encontré con un par de sitios interesantes en los que se ahonda sobre el tema y supe, por ejemplo que las piñatas son de origen Chino, que al parecer fue Marco Polo, quien en uno de sus viajes psicotrópicos mágicos musicales, se trajo consigo una piñata al más puro estilo de los amigos de la tierra del sol naciente.
La introducción de este producto en la Europa, causó furor principalmente entre el Clérigo Católico, Apostólico y Romano, que como siempre buscaba formulas para acercar más agua a su molino, es decir, nuevas técnicas de sometimiento espiritual y económico por parte de sus seguidores.
Pues bien, mis estimables enfaldados santurrones se trajeron la piñata a México y acá la anduvieron vendiendo a los indios con la charra de que los siete picos que la adornaban eran nada menos que los siete pecados capitales que había que vencer.
Por eso, los chamacos y viejos indecentes tenían que agarrar a palazos al adorno hasta saciar sus culpas y mendiguerías que anduvieron haciendo durante el año.
La piñata desde entonces es uno de los fetiches más preciados en las fiestas navideñas, pero además se ha convertido parte indispensable de las celebraciones infantiles.
Y es allí dónde entra mi conflicto, ¿quién fue el gracioso al que se le ocurrió incluirlas en las fiestas de los lepes?
Yo sé por experiencia propia que es chingón tenerlas. Siendo niño, llegas a una fiesta y lo primero que tratas de ubicar es el personaje inmóvil que se encuentra en el sitio del convite, que por lo general, es colocado al fondo o en la mesa cercana al pastel, donde los recién llegados van a saludar y a hacerle caravanas.
Más que saludos de gusto, se reflejan en las miradas de los chamacos el odio y el reto, comienza así los preparativos de los mini verdugos que encendidos en sus rostros por el deseo salvaje de ataque, esperan el momento para darle de palos al piñatón.
Nunca he entendido porque las piñatas tienen que llevar la forma del personaje de moda o, lo que es peor, del personaje que a uno le agrada.
Digo, si tuviera lógica eso de agarrar a madrazos la piñata, yo optaría, como ocurre en la quema de Judas ?otro festejo propio de la época que consiste en quemar piñatas con personajes que son repudiados por el pueblo, generalmente políticos-, si tuviera que elegir, en lugar de mi héroe favorito, pediría al villano que considero detestable.
Recordé esto, porque la primer ocasión que Ulises vio ante sí una piñata, su rostro fue de la alegría inocente al terror. Algo similar a lo que yo mismo sentí alguna vez.
Después de explicarle que la violencia esta bien vista entre los adultos cuando se enfoca a objetos consensuados, elegidos por el exterminio natural de la masa y tras hacerle saber que en nada empañaría a su súper héroe con un simple par de chingadazos, el niño entendió y comenzó su verdadero disfrute.
Aunque bueno, no puedo negar que sentí cierto placer al desmadrar la piñata, porque como siempre en los bellos cuentos de este tipo, al final son otros los que terminan distrutando este tipo de placeres. Lo bueno que fue en un salón y otros más tuvieron que recoger los restos del cadáver.


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Esta linda viejecilla gringa andaba comprando chacharas en Oaxaca y se me hace que los de la APPO la agarraron de piñata para protestar contra el imperialismo gabacho