jueves, mayo 21, 2009

Recordar para olvidar que olvido olvidar



No hay momento más chingón que pensar en una canción que te gusta y hace mucho no escuchas y que te trae grandes recuerdos y que en ese momento suene en el estéreo. Bueno quizás no es lo más chingón que pueda haber pero igual y vivimos y nuestros recuerdos se remiten a canciones, hay instantes claves en nuestras vidas que se marcan con una canción, parte de las letras se vuelve parte de nuestras almas.
A lo mejor no de nuestras almas, pero si de nuestra formación o deformación como personas, hoy ando medio inseguro, tal vez no es así, es meramente el efecto 32 de la cruda que viene en el manual de los bebedores antisociales, obra que por supuesto no existe y ya me aventé un choro para colar una rola de los Jayhawks, que me trae grandes recuerdos pero que ahorita se me olvidaron por estar escribiendo mientras escribo sin parar. Whatever... mejor hay que disfrutar la rolita. Que es uno de mis hits, por no decir que la favorita durante más de 20 años, años antes o después de hoy, no lo sé... y aparte el guey que canta me recuerda a mi mismo cuando tenia las greñas greñudas, pero ahí van de nuex hay que resucitar al buki...

lunes, mayo 18, 2009

Sobre la pasión de los Indios o del Amor por Juárez


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El fenómeno de los Indios ha terminado por atraparme. Es extraño, durante las semanas recientes estuve tentado a escribir mis argumentos sobre lo que este equipo de fútbol soccer de Primera División representa, no solamente en el ámbito deportivo, sino para la vida de la misma ciudad.

Algunos minutos antes de comenzar a teclear todavía dudé sobre sí tenía que escribir o no sobre el tema, por aquellas de que pareciera un oportunista más que aprovechando el momento de gloria quiera salir de su propio infierno.

Sin embargo, ahora creo es el momento y hay que aprovechar la oportunidad de leer interpretar, de tratar al menos de leer este entrelíneas que el destino local nos ha puesto en frente.

Recuerdo que durante el tiempo que el equipo se mantuvo en la lucha por ascender al máximo circuito, eran pocos los que apostaban por siquiera que lograra llegar a la liguilla de ascenso.

Para sorpresa de muchos, entre los que me incluyó, el primer milagro se dio y pese a ello, las jornadas de inicio en la Primera División no fueron del todo favorables, tanto que estuvo a punto de perderse el sueño y regresar a la Primera A.

Más allá del problema o no que pudiera surgir con un descenso, el equipo no había logrado convencer a su aficionado cautivo. Siendo sinceros, muchos de los que han acudido a los juegos han admitido que acudieron por ver a los equipos que siguen de antaño, antes que para apoyar a los Indios.

¿Por qué se daba esta situación? Tan simple como que no había una identificación real entre el hincha y su camiseta.

Aunado a lo anterior, Ciudad Juárez vivió el peor año en su historia en materia de seguridad, lo cual, no sólo provocó la incertidumbre de los miles de potenciales de aficionados, sino el desinterés o quizás la vergüenza por tener un indicador de su lugar de residencia.

A la crisis de violencia se sumaron la crisis económica y la de salud, las cuales de alguna manera obligaron a los juarenses a retornar al punto de origen de la sociedad misma: A la familia.

Sin mayores opciones, la gama de vicisitudes que nos mantuvieron en un permanente encierro, nos hicieron reidentificarnos y creo, que ha sido desde dentro del propio seno familiar, en el hogar, donde los valores han comenzado a retomar su fortalecimiento.

Toda vez que la resquebrajada idea de familia ha comenzado a unirse, surge la necesidad de encontrar iconos que nos permitan seguir.
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Los Indios, hoy equipo sensación a nivel nacional, bien pueden ser ese impulso que los juarenses habían anhelado, ese vínculo de identificación que puede mantener unida a esta lacerada sociedad fronteriza.

Cuando todos apostaban a que descenderían, yo siempre hablé de que representaban una especie de esperanza para la ciudad, más allá del mero acto futbolero, Jimmy mi fratello del Rancho Las Voces, es testigo, por eso ahora, fríamente me ceno el plato de la revancha.

Hoy puedo decir abiertamente que sí, los Indios son y espero que continúen siendo, uno de los pilares que nos pueden hacer recuperar nuestra ciudad.

Con su entrega han encendido luces que normalmente aparecían apagadas en las calles,
los rostros jornaleros otrora pusilánimes, hoy se ven motivados, no sólo por que ya pasó el mal momento que se ha vivido, sino por la pequeña enseñanza que nos han hecho llegar al demostrar de que si el equipo pudo salir del hoyo, fue por el trabajo conjunto, lo que como sociedad también podemos lograr.

La privación ilegal de espacios públicos derivada de la violencia, quiero decir por espacios, restaurantes, centros nocturnos, estos días puede haber encontrado un equilibrio o mejor aún, una derrota por parte de un pueblo que se niega a caer de rodillas ante la tristeza y el desencanto.

Algo pasó, surgió el amor por Juárez, el compromiso de la raza con su propia gente, este día podemos decir con orgullo que resurgió la identidad del juarense.

Juárez ha sido tierra desunida por sus características históricas, geográficas y culturales, es una tierra de paso, donde poco ha importado a los distintos gobiernos e incluso al ciudadano mismo, si no quieres sientes que perteneces a ella.

Los migrantes que no se identifican con el suelo que pisan y que consideran transitorio, pero que es este mismo espacio el que al final terminan adoptando como casa.

Aunque por el mismo el desarraigo, está desunión entre residentes, oriundos y transitorios, degeneró en problemas sociales a los que no se les ha dado la atención debida como los regionalismos e incluso la xenofobia, conflictos que mantuvieron por mucho tiempo nuestro terruño descuidado y con una falta de amor por el espacio nos arrastró a la ignominia .

Pero una camiseta, una simple camiseta ha roto los insultos de chilango, juarocho, putorreonero, duranmierguense y demás vocablos peyorativos, porque ahora todos son Indios: Flacos, gordos, ricos, pobres, morenos o güeros.

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Los juarenses hoy nos vemos de distinta manera dentro y fuera del estadio y no se trata ya del mero teatro populista de "Al Pueblo pan y circo", podría aventurarme a aseverar que el fútbol en esta nueva mentalidad de los fronterizos es secundario, es un mero pretexto o, preciso, es la punta de la lanza de una nueva ciudad que resurge de sus propias entrañas.

En este fenómeno prepondera la necesidad de amar, la irresistible idea de hacer suyo el lugar donde se vive, es una verdadera la necesidad de identificación, de sentirse y palparse, de romper los estigmas que antaño nos hicieron daño, de demostrarle al mundo, que un pueblo como el de Juárez, vale más que los intereses mezquinos y que al final, independientemente de que se pierda o se gane en la cancha, estoy convencido que triunfaremos como sociedad.

niño sonrisa

¿Acaso sonrisas como ésta no valen la pena para seguir luchando?

*Agradecimiento especial a Gerado Pikis Vázquez por las imágenes utilizadas para este post.

martes, mayo 12, 2009

¿Dónde me quedé?


Le pregunté al espejo dónde estuve tanto tiempo y me quedé pendejo, iba a escribir perplejo, pero sonaba a mal rima y en estas circunstancias, en las que he perdido el miedo de escribir o el medio de perder el tiempo en otras faenas ahora me ha dado un poco más de tiempo para regresar o al menos asomar la cabeza a este reflejo irregular de mi no existencia.
Detuve la marcha del coche simplemente en una avenida donde da igual la procedencia o el destino, el simple avance es lo que cuenta. El suspiro del amor errante que emiten los motores de los vehículos me indica el rumbo impreciso para seguir la marcha a pie.
Mientras ando por la avenida el calor se torna adormecedor y logró observar cómo entre los vapores que se emanan del pavimento aparecen los fantasmas del odio. A cada paso que doy hay un recuerdo de muerte y desencanto, hay un abandono constante de la voluntad de seguir.
La calle me pertenece, los otros, los que viajan en automotores, prefieren no voltear a verme, casi apostaría a decir que me temen, no me reconocen como un igual, todo por haber dejado atrás el progreso que les caracteriza, que les esclaviza, que los ha aislado de la realidad viva de un planeta con síntomas de infarto.
Los humanos que trabajan cerca de donde ahora rondo, viven lo más lejos posible, es una emboscada de los animales del capitalismo, mientras se el trayecto a casa más distante, existe mayor oportunidad de consumo.
Veo con detenimiento a un par de automovilistas que se reconocen como iguales, solamente cuando se comunican el odio mutuo por haber fallado entre el ámbar y el rojo; en sus miradas hay fuego, impaciencia, por sus sienes escurren densas gotas de sudor que se mezclan al agitarse las palabras y el escarnio.
En sus enseñanzas del Camino a la rectitud, Buda aprecia en sus versos gemelos que el odio nunca habrá de vencerse a través del odio mismo, sino es por medio del amor como habrá de ser derrocado.
Lo mismo pensaron The Beatles, pero para mala fortuna de estos automovilistas se encuentran muy lejos de su alcance.
Intento silbar All you need is love, pero el claxon de un autobús me hace volver a la realidad, salir del asfalto y terminar por guarecerme en la fuente donde hace mucho no corre el agua y las ninfas, cansadas de bailar en la aridez de los ánimos, terminaron por marcharse a trabajar a un table dance.
Voy de nuevo mas nunca nuevo a escribir, a la reinserción inútil del ser social y saludar y olvidar lo ya perdido.

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Vengo a vengar las ideas propias, al camino, por eso hice una pausa en la demencia y después de caminar por algunos segundos-minutos-horas-días-(…), me senté a esperar la caída del atardecer, fastuosidad natural que hace mucho no contemplaba.

Del primer libro de Obregón