domingo, mayo 31, 2020

Este kid alguna vez fue Kitt


Cuando era niño, una de mis series favoritas era El Auto Increíble. Me gustaba tanto, que siendo ese pequeño de 6 ó 7 años, me gustaba que mamá me mandara a hacer los mandados durante la programación de la serie, bajo una estricta cláusula: sólo podía atender la orden durante el corte comercial.


Era entonces, al inicio del primer anuncio publicitario, que mi corazón se aceleraba y el cuerpo se llenaba de adrenalina y corría, corría tan fuerte, esquivando botes de basura, árboles, arbustos, personas e incluso brincando charcos que medían tal vez algunos centímetros pero yo los imaginaba como si fueran inmensos lagos, cargando entre mis brazos una botella o dos de refresco, -lo que me daba una máxima propulsión, por supuesto-.



Con lo que no contaba a veces era que otros Autos increíbles –falsos, porque obviamente el verdadero era yo- estaban en la tienda haciéndola fila en la tienda y al salir, como un extraño código de silencio entre automóviles inteligentes que saben de su compromiso de salvar a la humanidad, nos esperábamos en silencio de palabras, pero haciendo rugir los motores y una vez que todos éramos atendidos, regresábamos cada uno a toda velocidad a su hogar.

Hoy me encontré la serie en un canal de televisión. Mi corazón se comenzó a acelerar, la adrenalina estuvo recorriendo mi cuerpo, mientras atendía algunos pendientes de trabajo.


En este desdoblamiento astral, una parte de mi trabajaba mientras la otra recorría a toda velocidad por las calles de mi barrio de infancia. Hace tanto que este Auto Fantástico quiere correr a la tienda, al trabajo, hacia alguna parte, hace tanto que este auto fantástico los quiere abrazar.


Sigo la seca flor

Cuando el ave lava el canto
Alabado de dios en la desgracia
Pendiente del alma sigo
de este purgatorio

Viejo como el oeste
ensangrentado e incógnito
Lavo los pies de los apóstoles
El lado oscuro de la mano

Eres el destino de la imaginación
Un globo elevado en el incendio
Así te llaman: futuro
Mientras el fuego te consume.

Hay un aroma que atrapa el aire.

sábado, mayo 30, 2020


De cierto soy

Ojo ciego incandescente
Larva  águila
Mira mis alas
En esta caída hay fuego

Soy polvo
arena
Viento gélido
Ardo en la piel

Irreconocible idioma
Lengua bífida del demonio
Soy las mil palabras
Aún no habladas
Desdichas

Soy el caminante silente
Perdido en las dudas
Dunas de ansia
Deseo de sed

Soy el agua vista desde lejos
Oasis
La boca seca de esperanza
Soy el habla
Aquí no existo nunca
Soy Desierto.

viernes, marzo 27, 2020


Consideraciones que a pocos interesan sobre mi anemofobia


El viento es un barco viejo de madera navegando a la deriva.
Es el grito desesperado del hombre que a lo lejos clama auxilio.
Es el mar, sus olas que iracundas estallan en los arrecifes.
El viento es agua que cae desde el cielo y forma sutiles trazos de pesadillas en la ventana.
Es el canto sereno del pájaro que huyendo de las turbulencias cae como kamikaze en el asfalto.
El viento es un ejército de hormigas y moscas irrumpiendo con furia en la puerta principal.
Es la mano de la bruja, sus uñas arañando la manzana que te hará sangrar las encías.
El cierzo es este exilio que cala en su silencio, es la corona de un rey sin súbditos.
Es el monstruo aburrido de ocultarse en el clóset, es la llorona muriéndose de risa.
El viento es el aullido del tren que se escucha escapando a lo lejos.
Es la televisión encendida sin espectadores.
El viento es sólo aire, mi respiración, el aliento fallido de la creación.
Es mi fobia permanente, la ausencia del medicamento, el ansia, la náusea.