El enigma de ser juarense
Hace tiempo que un pensamiento que se convierte en una
especie de bala expansiva me viene rondando la cabeza, la idea de ser juarense.
A fechas recientes, derivado de la inestabilidad en materia
de seguridad provocada por la violencia entre cárteles de droga, entre
integrantes del crimen organizado y el gobierno, y por qué no decirlo, por
corporaciones policíacas atentando contra ciudadanía, la ciudad estuvo
agonizando en materia económica y social.
Afortunadamente, en meses recientes, el espíritu de los
habitantes de Ciudad Juárez, enclavada en la frontera entre México y Estados
Unidos, comunidad hermana de El Paso, Texas, ha dado muestras de vida.
La actividad en las calles es una clara muestra de ello, ya
que se puede observar nuevamente a las familias, que en otros años temerosas
preferían permanecer en casa, que salir a realizar las más mínimas actividades
al aire libre. Y no era para menos, ya que una constante en las principales
avenidas, primeramente y que después se extendió en toda la ciudad entre el
2007 y 2012, fue el sonido de ráfagas de metralleta, balazos de armas cortas y
el consiguiente canto de las sirenas de patrullas, ambulancias y máquinas de
bomberos.
Aunque no con la misma frecuencia, de cuando en cuando, las
sirenas se dejan escuchar, provocando escalofríos, trayendo según se puede
observar en los cruceros, el remanente de aquel estado de psicosis en el que
estuvo inmersa esta tierra.
Hay nuevos bríos en el rostro de los sobrevivientes de una
absurda guerra que se vivió por años y aunque todavía queda sortear nuevas
batallas, ahora contra la crisis económica y la frágil seguridad, los que aquí
viven, buscan entre los escombros, la manera de reconstruir la historia de esta
tierra.
Poco a poco iré hablando de las distintas maneras en las que
los habitantes retoman su vida en Ciudad Juárez, de cómo los nacidos en esta
tierra evocan desde otros estados de la república y países su amor por un
terruño que no conserva ya el rostro que ellos recuerdan.
Porque desafortunadamente, a diferencia de otras ciudades,
en Juárez nunca se ha preocupado ninguna autoridad por preservar su
arquitectura y los pocos edificios históricos que nos quedan, se encuentran en
ruinas, abandonados, cayéndose y/o clausurados.
Aún así, entre los escombros, hay vida y de ella crecen
nuevas flores, hay nuevas generaciones de habitantes que están aún en el
proceso de crear una nueva identidad y de ellos, de nosotros dependerá, dar un
paso atrás para retomar el infierno o bien, generar el cambio que merecemos
como habitantes de esta ciudad tan llena de contrastes que en algún tiempo fue
considerada la principal frontera del mundo, pero también la más violenta del
planeta ¿con cuál nos habremos de despertar mañana?
Tin Tán en la Plaza de Armas de Ciudad Juárez. (Foto: Zerk Maury)