domingo, marzo 10, 2019

Un náufrago en La Playa



Fotos: Manuel Sáenz
Mauricio Rodríguez
Es mediodía y en la ciudad, el cielo semi nublado deja escapar algunos rayos de sol. Sobre la calle Mariscal, las obras de reconstrucción avanzan y en sus inmediaciones se observan grandes montículos de tierra y arena que dificultan el tránsito peatonal.
En esa calle, unas tapias dejan ver la entrada de uno de los establecimientos que permanecen cerrados desde hace algunos años, cuando la violencia acabó con gran parte del comercio y la vida nocturna en el sector.
De entre la oscuridad de ese establecimiento, se escucha la voz de un hombre que invita a pasar a los visitantes.
Es Jorge Landeros, un joven de 29 años, quien desde hace ocho meses radica en las ruinas del establecimiento que por mucho tiempo operó bajo el nombre de “La Playa” y que tiene su entrada principal, sobre la avenida Juárez.
De aspecto desaliñado, pálido, con signos visibles de desnutrición, Jorge, que se apoya en unas muletas para andar, dice ser originario de Obregón y desde hace poco más de un año estar en esta ciudad.
“No tengo cantón,  estoy aquí desde hace un año cuatro meses, terminé quedándome en este salón, el dije al encargado que si me podía quedar y yo le cuidaba a cambio y me dijo que sí, pero nomás con que no le robaran, porque si se da cuenta que falta algo me voy de aquí, y me echa a la policía”, afirmó.
Con la ayuda de las muletas, Jorge se desplaza por el lugar donde en otro tiempo, antes de ser el salón La Playa, operó el café bar “La Cabaña”, en los años de bonanza de la avenida Juárez.
En ese sitio, una vieja lancha deportiva se encuentra enclavada en el segundo piso, mientras que en la parte baja, un viejo automóvil Ford Galaxie 500 modelo 1964, sin motor y empolvado, permanecen en su interior.
“Yo no tengo familia aquí, mi familia piensa que ando de aquel lado, pero no les aviso porque, imagínate, están en la idea de que salí a conseguir el sueño americano y que se den cuenta que estoy acá, sufriéndole, que no la libre, olvídate”, comentó.
Jorge, quien dijo haber estudiado hasta la secundaria, se mantiene de la caridad pidiendo ayuda a los transeúntes en la zona cercana al puente internacional Paso del Norte.
“Sinceramente, el trabajo en las fábricas aquí no deja, aparte de cómo estoy, así lastimado, es más difícil, por eso salgo a las calles a pedir, así me ayuda la gente y la voy llevando”, expresó.
Landeros cuenta que fue hace ocho meses, poco antes de llegar a La Playa, cuando intentó cruzar hacia Houston, Texas, pero fue interceptado por la migra.
En su huida, al brincar bardas y una malla, cayó lesionándose la rodilla, la cual no ha sido atendida médicamente.
Jorge se recarga en una de las paredes del establecimiento para acomodarse en una vieja colchoneta que está rodeada de escombros y basura, allí se sienta y se dispone a descansar.
Cerca de él está ya otro hombre que acaba de ingresar al lugar. Afirma es su hermano, del cual no revela su nombre, pero de quien asegura, también le acompañó en su intento por cruzar hacia Estados Unidos.


Junto a ellos está el silencio, sus miradas no se cruzan, dice que la lancha y el viejo Galaxie son la única referencia del anhelo que tuvo por progresar y alcanzar una mejor vida.
“Fui a cumplir el sueño americano, a buscar una feria, tengo esposa y dos niñas, pero luego que nos deportaron, no tengo recursos para devolverme a intentarlo, está canijo”, apuntó.
Afuera, el sol se abre paso entre las densas nubes negras y deja entrar un haz de luz entre las tapias allí en La Playa, donde los náufragos del de

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