lunes, mayo 17, 2004

Para seguir aborreciéndolo


Por si fuera poco, este peculiar día en el que las cosas suelen no salirme bien, continuó con la misma disposición de sacarme de mis casillas.
Una vez que salí del periódico, fue de manera esporádica con Alvaro, mi compañero fotográfo y además compinche en muchas de las travesías por El Puente, ya que él tenía que cumplir otras órdenes de trabajo y nos tendríamos que separar.
Sin un peso en la bolsa, porque todavía no me reponen la tarjeta de débito (¡desde hace tres semanas que la perdí en Chihuahua!), nos dirigímos primeramente a almorzar unos burros (tortilla de harina en forma de taco con un guiso en su interior).
Una vez que almorzamos, nos fuimos a cargar gasolina, como cada lunes, a la estación donde nos aceptan los vales que otorga la empresa.
Para nuestra mala fortuna, la gasolinera se encontraba sin el méndigo combustible, ya que la pipa tuvo un retraso y muy probablemente no llegaría durante este día.
Bueno, una vez que nos enfilamos a otro centro de abastecimiento de líquido, el Varo (como le decimos de cariño) me dio un aventón al banco para poder sacar el dinero jodido por fin, (y por el cual pasé las de Caín durante el fin de semana).
Después de unos minutos de hacer fila, el guardia del banco me da la graciosa noticia de que el sistema se había caído, por lo que nos tuvimos que largar mucho a la cheetos a buscar otra sucursal.
El reportaje que voy a hacer esta semana tiene su epicentro en el primer cuadro de la ciudad, por lo que pedí al Varo que me diera el aventón, no sin antes hacer una escala en el museo donde, amablemente, los camaradas del lugar me entregarían mi rechazado proyecto a beca para este año.
Una vez que recogí el malogrado hijo literario, nos lánzamos al downtown, donde me bajé para meterme a la primer sucursal del banco.
Luego de una hora de hacer fila, en donde solamente dos cajeras de no mal ver atendían a toda la gente como si se conocieran de años, por fin estaba a punto de pararme frente a la ventana para alegrarme el día, cuando...
Se acabaron mis fantasías eróticas de las oficinistas, al aparecer ante mí, un diminuto ser, delgaducho, de lentes y con cara de muy pocos cuates.
El muy imbécil cajerillo, luego de revisar mi número de cuenta y credencial de elector, se le ocurre la fabulosa idea de que la transacción tenga que ser primeramente aprobada por el gerente.
Luego de explicarle al mocoso que tienen encargado del banco, y ya al punto de la psicosis, el mozalbete tiende a condescender y extenderme la firma para hacer el cobro.
Para mi sorpresa, ¡el mugre cajerillo había desaparecido! y allí me verán como pendejo parado sin saber qué hacer. Por mi mente pasó meterme a la fila de manera arbitraria y con ello, ganarme no más de tres mentadas, o bien, hacerle a la manera del viejo oeste, sacando una pistola y pidiéndole de manera amable a las cajeras que vaciaran sus arcas en mi mochila de trabajo.
En esas elucubraciones estaba cuando salió de nuevo el gnomo y me dijo que pasara a la caja de al lado, porque él se retiraría en definitiva.
Luego de mentarnos la madre respectivamente, un señor al que le tocaba el turno y un servidor, acudí a donde una de las cajeras -que con más hueva que su pinche madre luego de parirla-, me atendió y por poco no me da el dinero, porque mi firma no era igual que la de la tan desgastada como inútil credencial electoral.
Al borde de la demencia salí contando mis pesos y ahora, me enfilé a la zona centro, donde para colmo, el trabajo que iba a iniciar se vio frustrado por un cambio de acontecimientos, por lo que me dediqué a replantearme hacia dónde dirigiría la investigación.
Luego fue viajar en camión haasta el periódico, recoger el coche y darme cuenta que, en efecto, en la gasolinera no iba haber servicio hasta mañana martes.
Al final las cosas se compusieron, sólo que para aderezar el bendito día me dieron una noticia que cerró con broche de oro la jornada: El Varo saldrá de la ciudad durante dos semanas y media porque habrá de cubrir un evento deportivo como enviado especial (mientras a mí, que me cargue la reata).
Ahí tienen que mañana martes andaré de a perrote, solo por las calles, en busca de nuevas historias, para sí poder relajar esta histeria ya clásica de los lunes.

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