viernes, mayo 14, 2004

Distracciones IV (Epílogo de lucha indirecta al amanecer)


Al final de la jornada me fui con Igmar a tomar unas cervezas y platicar sobre las distintas maneras en las que han ido evolucionando nuestras vidas. Me acordé de nueva cuenta de aquello que iba a poner en el posteo anterior y lo comentamos. Decíamos aquel entonces antes descrito, que cuando fuimos al subterráneo, divagábamos sobre la función que cumple el que escribe (en cualquiera de los géneros denominados formales) y la similitud que este podría guardar al oficio de la teibolera.
Aunque en primer instancia tal comparación podría resultar grotesca no lo es tanto y más si se tiene en cuenta la funcionalidad del blog. En este sentido, desnudarse ante el ojo extraño guarda un cierto parentesco. A resumidas cuentas escribir debería estar a la par de irse despojando de las prendas, en una búsqueda interna del presumible yo que todos llevamos dentro.
Escribir es un juego ególatra que a muchos nos complace practicar, no podemos hacer de lado nuestra participación del texto, aún siendo anónimos permanecemos presentes en las palabras.
Algunos gustan de hablar de manera franca en el blog, al cual podríamos considerar el hijo bastardo de la literatura. Hay otros ?aquí hay una inmensa mayoría- que preferimos recurrir a ciertos elementos que nos guarden el anonimato (prendas) que no dejan del todo percibir la desnudez.
Y bueno, la verdad de las cosas es que estuvimos hablando palabrerías por el estilo, pero al encontrarnos en un a barra y tomando cerveza, de repente entendí que me fastidia arreglar el mundo y regresamos al tema de las putas, chichis y culos, que se vuelve una especialidad para los habitantes de las cantinas.
En algunos instantes de la permanencia noctámbula me han dado ganas de parar el tiempo. Lo más cercano a lograrlo es tomar una fotografía, pero plasmar en una imagen un todo equivale a seguir viviendo un sueño después de haber despertado. Observo a unas muchachas petulantes hijas de un director de una revista local, hablando con gran garbo mientras se les salen las lonjas grasientas de sus blusas ajustadas.
Tuvimos que largarnos del bar porque mi regreso a casa era inminente antes de la medianoche. Mientras conducía escuchaba una música de mierda proveniente de distintas estaciones radiofónicas, en todas ellas, los locutores aseguraban tener la mejor programación, los más grandes éxitos y cagada por el estilo.
No me quedó otra que utilizar mi libre albedrío y una vez más, irme chiflando y cantando a grito pelón, hasta que la calesa paró en mi destino parcial de esa velada.

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