jueves, junio 26, 2003

3
Doblado ante el reducto sonido de un consejo, la lengua angla del profesor escribente resulta agobiante, a eso hay que sumarle 200 gotas de sudor en mi frente, producto de transportarse en un camión colectivo, el corazón acelerado y la carencia de aire de tranquilidad.
Al llegar a la nueva casa encuentro a los vecinos incómodos peleándose; es sumamente molesto escucharlos cuando lo que necesito es el descanso. Me tengo que conformar con ver un programa sobre la conquista del espacio.
Pienso en las velocidades de mi cuerpo a este momento. Lentitud. Desgano. Me pregunto por qué siempre me olvido de comprar alimentos cada vez que veo vacía la alacena.
El sueño y el Insomnio juegan a las cartas
mientras mi cuerpo les sirve de mesa de apostar
me siento débil, sin fuerzas para sostener la pluma, pero no puedo llegar a la meta de la inconsciencia que me permita el descanso, duelen los ojos y el pensamiento se diluye como una manta, es el sonido de un coche que pasa a alta velocidad con la música a todo volúmen.

4
Escribir así, de manera dliberada y sin algún tema en específico, provoca que me pierda en la nada y que deje de escuchar lo que dicen mis propias letras. Me doy cuenta que por pasar el tiempo pensando en las imágenes que quiero descifrar pierdo el tiempo.
Me es muy difícil bajarlas al papel, no sé si sea miedo o quizás la inexperiencia de enfrentar en seco mis estados de ánimo, de confrontarme ante este espejo que muestra cuál es mi realidad ante el mundo.
En este entredicho existencial donde por un lado me veo como una persona en proceso de búsqueda, que trata con firmeza consolidar sus ideales, pero también, por otro lado, como un ser abúlico que no concibe la satisfacción con nada de lo que está en su entorno.
Te cuestionarás sobre la veracidad de estas palabras, al ver el porque he llegado a esta parte de la vida, incluso sin haberte conocido, la mayor parte del tiempo uno va buscándose y se sorprende ante la evolución de prioridades, los intereses son una banda elástica que a ratos se acrecienta y por momentos se contrae ¿y todo para qué? No te queda más remedio que la flagelación por haber perdido las horas.
Tardes de calor extremo, el sudor empieza a correr a mares por las frentes, axilas, espaldas y cada vez cuesta más mantener el carácter amable.
En días como este, el humo de la tarde es tan distinto al de mi cuarto por las noches, este es fúrico, pareciera que grita al transpirar en el asfalto, en las horas que el hombre pedigüeño se vuelve el único tema de conversación en mis sentidos.
Alegóricamente pretendo que no escucho sus ruegos y me concentro en el tarareo de una canción, mientras los carros pasan presurosos con destino desconocido.
El hombre insiste en que le ayude. Me harta. Una mirada mía bastará para alejarle, me digo pero nada funciona, sigue ahí.
Me aborda el dilema de comprar otro automóvil, no uno nuevo, otro. Pienso que alguna parte de mí –desconozco cuál- sería traicionada si recurriera a alguna agencia. Creo que la vida se graba o tiene capítulos importantes cuando no tienes un vehículo donde te conduces por inercia, quiero decir, es la oportunidad de valorar un cuerpo, tu carne y hueso, pera dar paso a la realidad y terminar con esa relación de ficciones que uno fragua cuando va con la mente dispersa, esperando en semáforos o acrecentando las ansias al conducir a velocidades relajadas, sensaciones propias del asfalto, alucinación progresiva del ser contemporáneo, sudor pegajoso que brota a las 2 de la tarde. Y de repente, el silencio.

5
La intensidad de los acontecimientos en estos días han afectado de grave manera mi estado anímico. Son tiempos que se viven a la carrera, sin respiro, no hay instante para disfrutar de los detalles y las emociones tienen que ser socavadas, todo para no sentir el dolor de las tripas o el olor de la desdesperación que impregna cada metro que habito.

***
Sería bueno convertirse en una sombra para ocultar así el signo que delata este viaje a través de los espacios regresivos que te traen por la mente como un signo indeleble qye se ha estancado como un viejo embarque en las aras de un bostezo del mar.
***



"Este libro se convirtió en mi amigo porque me enseño que no tenía necesidad de amigos. Me dio el valor de quedarme solo, y me permitió apreciar la soledad. Nunca he entendido el libro; a veces creí que estaba a punto de entenderlo, pero nunca lo comprendí realmente. Para mí era más importante no entender.
Con este libro en las manos, leyendo en voz alta a mis amigos, preguntándoles, explicándoles, tuve que entender el significado de las palabras, ni yo ni mis amigos, una cosa se hizo muy clara y fue que había diversos modos de no entender, y que la diferencia entre el no entender de un individuo y el no entender de otro creaba un mundo de tierra firme aún más sólido que las diferencias en el entender.
Se derrumbó todo lo que creí haber entendido antes y quedé con borrón y cuenta nueva. Mis amigos, en cambio se atrincheraron más sólidamente en la pequeña trinchera de entendimiento que habían cavado para sí mismos. Murieron cómodamente en su pequeño lecho de entendimiento para convertirse en ciudadanos útiles del mundo. Los compadecí y, antes de que pasara mucho tiempo, los dejé uno a uno sin ningún remordimiento".
Henry Miller, Trópico de Capricornio, Pag. 166


6
El papel de la música en una relación de pareja es fundamental. Aunque resulte doloroso reconocerlo, uno se da cuenta o al menos se tiene un ligero conocimiento de que hay canciones que no forman parte de nuestro tiempo con la persona que en este momento amas.
Le escuchas cantar ciertas líneas y sabes a quién y a cuáles situaciones se refiere. Tal vez sea una máldita paranoia pero siempre le atino. Sabes que en otro lugar, mejor dicho, en otra dimensión, una historia de amor se vivió con la persona que ahora es de tu veneración el todo y es cuando una especie de celos adormecidos empiezan a recorrerte la sangre.

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