martes, junio 24, 2003

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Espero que reconozcas mis dedos cuando lo étereo recorra a lo lejos imagenes vistas y ocultas, es la nimiedad con la que los párpados se desprenden de cada recuerdo y se entregan al descanso.
Hoy pensaba en esa extraña situación que se presenta cuando uno dicer que se entrega al amor.
En mis cavilaciones trataba de encontrarle sentido al papel que juegan los recuerdos. ¿Se ama a la persona que nos acompaña o a su recuerdo? ¿Cuánto tiempo es invertido en recrear situaciones que en su momento pasan inadvertidas a la hora de permanecer con el otro yo supuesto objeto de amor? Cuando trato de responder lo anterior me da la impresión que el tiempo real es imperfecto. Se habla del mañana, del momento que tal vez no llegará, se comenta de las acciones ya vividas, de la infancia, los amigos, la familia, pero ¿y dónde queda el ahora? ¿a qué parte de la mente corresponde arrancar la carrera directa al aquí, al instante que se vive?
¿Quién tiene la facultad de distinguir los tres tiempos, quién se aferra a vivir al presente? El dilema es necio, para lograrlo hay que captar todas las emociones posibles, convertirse en átomo, en unidad indivisible, en substancia, en la estancia placentera, en todo aquello que pueda provocar tranquilidad, en la guerra.


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