martes, julio 22, 2003

REENCUENTRO CON BEATRIZ
Shofas me pregunta por qué he puesto en su enlace "Reencuentro con Beatriz", prometí desde hace un par de semanas dar una explicación, sin embargo, no había tenido oportunidad de postear al respecto y, lo admito, cuando tuve la oportunidad de hacerlo, simplemente lo olvidé, pero nunca es tarde y menos en estos menesteres.
La última vez que vi a Beatriz se encontraba en la explanada de la feria… 6 años antes, la visión era totalmente distinta a la de hoy, trataré de traer nuevamente las imágenes de ella para que estas palabras cobren sentido.
Terminaba de cursar la preparatoria en esta ciudad que amablemente me abrió sus puertas a una forma distinta de vivir la vida. Atrás habían quedado los amigos con los que crecí gran parte de hasta entonces mi corta existencia y con los que había hecho planes para el futuro, empero, uno nunca cuenta con que el sino que se nos es predeterminado tiene la última palabra.
De la noche a la mañana comence a vivir en esta tierra de solitarios, adaptarme me costó no pocas lágrimas y no menos chingadazos. La frontera puede ser una puta mala que te pega la peor de las enfermedades: el desprecio regionalista.
Luego de sufrir embustes, bromas y "adaptaciones" al entorno que no aceptaba como casa, por fin, después de un par de años, como decía, cuando terminaba la educación media superior, comencé a rondar las calles de la zona centro a horas nocturnas, abrir el mundo en esta nueva posibilidad del desprecio, me valió una nueva visión del terruño, más agradable por su carácter bizarro.
Bares hediondos atiborrados de putas y homosexuales carnosos y con más nalgas que las propias feminas se ofertaban en las marquesinas de las calles aledañas a la avenida Juárez, lugar clásico para recibir al turismo que de noche, consiste básicamente en pendejos estudiantes norteamericanos que apenas llegan a la adolescencia y quieren venir al país a hacer el desmadre que es su tierra de libertad les queda prohibido.
Pero nuevamente me he desviado del tema, voy de lleno ahora sí, luego de este inecesario y verbero marco referencial a enfocarme a Beatriz.
Bueno, Shofas, la bloggera de Mazatlán guarda algunas semejanzas físicas con Beatriz, una mujer que conocí a principios de la década pasada. Morena, de mediana estatura, alegre y a la vez sombría, acudía religiosamente cada sábado a hacer desmadre en los bares de la Juárez. Ver la foto de Shofis fue regresar 10 años en el tiempo.

A Beatriz yo la conocí porque pertenecía a un grupo de amigos de mis compañeros de la escuela con los que usualmente pasaba las primeras horas de la ronda nocturna.
Era impresionante para mí, hasta este entonces vedado de la comunicación con mucha gente (salvo el contacto inevitable, era poco lo que hablaba con la raza), ver cómo Beatriz cada vez que aparecía llegaba con un novio diferente. Incluso muchos de mis conocidos tuvieron que ver con ella.
Por mi parte, yo me la pasaba en el trip constante, época oscura de meditación y asombro, de atisbo y desengaño, el mundo real no es tan real cuando se pisa con la experiencia. Fantasía o fuga, cada vez que tenía un encuentro con una mujer olvidaba casi al instante por completo el nombre y procedencia. Llegué a estar con ejemplares tan peculiares (bueno, eso merece otro posteo), que no recuerdo en qué momento Beatriz pasó de ser una simple figura sabatina a una obsesión amatoria.
Desafortunadamente me enrede con una de sus amigas, la peor opción diría yo. Se trataba de una chica que apenas abandonaba la adolescencia, pasada de peso, jodona como ella sola que al momento de cachondear con ella (me encontraba realmente pedísimo), lo único que quería era que pagara la cuenta para largarme a casa.
Digo, este infortunio me valió las burlas de los conocidos y el acoso permanente de la chicuela, que a pesar de verme con otras mujeres, no cejaba en el empeño de que nos dieramos un nuevo "entre"; todo esto carecía de importancia, sólo que Beatriz se alejaba cada vez más de mis posibilidades físicas que no emocionales.
A disgusto del sentimentalismo -amargado y hasta cierto punto misogino-, no reconocía en las compañeras en turno un verdadero motivo para permanecer más allá de una noche o unas horas, me provocaban tedio y hasta podía darme el placer de no tener placer, simplemente para alejarme.
Es tan desgraciado el amor, que cuando llega de verdad, se desvanece.
Una noche como cualquier otra, al llegar a los bares que solíamos rondar, encontré a Beatriz entre los parroquianos. Sentada al entre dos cholos medio gorilones de El Paso -digo que eran de allá porque hablaban en inglés, muy malo por cierto y puras pendejadas, y cuando me vio, de inmediato me sonrió e hizo señas para que me sentara con ella.
De inmediato acepté su invitación y luego de conversar un par de cosas sin importancia, estuve a punto de besarla, mi cuerpo tenía necesidad de acercarse a ella, pero cuando esto sucedió, dueña de sí me jaló para que nos dirigieramos al bar donde nos esperarían los demás camaradas.
El problema se presentó justo cuando Olga -la amiga hostigadora- apareció y nos vio juntos, lo que devino en la escena telenovelera: con gritos, lágrimas, moco suelto, y una ronda considerable de insultos para el escribidor.
Después vino la confusión, el aceleramiento de los pensamientos condujeron al atiborramiento de las palabras, a un efecto embudo, a la catarsis, liberación y muerte: Me gusta Beatriz.
Vinieron más escenas dignas de un premio tvynovelas, patadas y por fin, el reclamo por parte de Beatriz, ya que había incurrido en alta traición, al haber "ofendido" su amistad con la puerquita.
Damn, en ese momento en lo que menos podía pensar era en la gorda, hablé con Beatriz, le expliqué mis razones y le dije lo que sentía y simplemente se quedó callada, me abrazó fuertemente y me dio un beso breve, casi un roce de labios, después, una nube de gente, baile y algarabía me la arrebató. Jamás en esa temporada volví a saber de Beatriz.
Su beso es uno de los que más emociones me han provocado. No se trato de un beso largo, ni demasiado cargado de tecnica de quien ha conocido más de una docena de personas, sino de algo puro, que indudablemente me hizo sentir una descarga de sensaciones irreconocibles, mejor dicho, inaceptables por mi en ese tiempo.
De haber admitido que me había enamorado, las cosas en ese entonces hubieran sido distintas, pero en estas cuestiones el tiempo no se detiene y el cauce de la inexperiencia nos lleva por donde le da su regalada gana.
Me alejé de los lugares frecuentados hasta entonces, comencé a buscar nuevos tugurios, de Beatriz sólo el recuerdo de su beso. No era bella al grado de ser una beldad, tampoco tenía de su lado la popularidad, pero me era necesaria y su recuerdo me frecuentaba el pensamiento los sábados de madrugada.
Con el paso de los meses, lo único que supe de ella a través de una amiga en común que cursaba la universidad conmiga, es que continuaba con su vida de acompañantes efimeros, con un plus: se había metido al consumo de drogas duras y la pasaba mal a ratos. Encontrarla fue imposible, me dijerosn que ya no habitaba con sus padres, se había mudado con uno de sus novios circunstanciales.
Pasó un lustro y en un concierto -de no recuerdo qué grupo de rock nacional-, volví a verla: Demacrada, el cuerpo muy distinto al que yo conocí, la mirada al igual que su sonrisa había perdido ese brillo que me había cautivado en los primeros tiempos.
Solamente su voz permanecía intacta, no fue difícil saber que era ella, aún con el griterío.
Sólo fueron unos segundos, intercambio de miradas, un apretón de manos en el que se marcó un adiós premeditado y luego volver al mundo que cada uno había decidido para sí.
Nunca me enamore de Beatriz, ahora lo veo con calma, sé que pude haberlo hecho, pero no era el momento, el momento es un nunca que siempre nos depara sorpresas, me dice este lado del cerebro que aún la guarda en su cajón de inocencias.
Espero que esté bien, yo ya no salgo los sábados ni espero despierto a que me dé madrugada.

*Con extractos de Obregón





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