viernes, abril 02, 2004

Porky está vivo


Mi barriga ha alcanzado dimensiones descomunales, me estoy convirtiendo en un cerdo, mejor dicho, ya lo era, pero sólo en ciertas actitudes, ahora mi morfología alcanza mis acciones.
Por más que intento mantenerme en forma me resulta inútil mantener una dieta que se considere sana para el organismo. Parte de ello, lo admito deriva de mi adicción al tabaco y la cerveza. No puedo separar tales placeres de mi.
La vida marital, además de traerme satisfacciones que sólo se pueden apreciar a nivel muy personal, me ha dejado también con un agotamiento al que no estaba acostumbrado. Es un cambio de rutina radical.
Antes, cuando era estudiante, podía pasarme días enteros sin probar alimento y en cambio, mi organismo siempre estaba dispuesto a recibir severas cantidades de cerveza.
Era un deleite pasar las tardes perdiendo el tiempo emborrachándome sin más quehacer que tratar de reinventar el mundo a través de las construcciones verbales que aparecían en los libros que en ese entonces me llegaban a las manos.
Mi alimento era la lectura, podía leerme de corrido un par de libros y a veces, pasarme las noches enteras consumiéndome en otras vidas, asumiendo las vicisitudes de los personajes.
Este año no he podido leer un libro completo. Hay una larga lista que fácil alcanza las dos docenas de títulos que se encuentran leídos a medias, a inicios y casi a los finales, pero ninguno terminado.
Parte de ello, también debo tomarlo en cuenta, se debe a la carga de trabajo que me ha mantenido fuera del hogar a veces hasta por más de 16 horas.
Se puede decir que mi principal lectura en el 2004 se dirige hacia el individuo en sí, a todos aquellos ciudadanos que pasan por comunes y corrientes, pero en cuya transición por el mundo terrenal les ha tocado asumir papeles realmente dignos de una historia escrita por el mejor de los literatos.
Asumir una postura hasta cierto punto objetiva ante la pobreza, el desencanto, la marginación, la locura y el miedo, no ha sido cosa fácil, sin embargo, cada semana se presenta un nuevo reto.
Álvaro, el fotógrafo que siempre me acompaña en las vueltas a los círculos del infierno, coincide conmigo cuando hablamos de que a veces creemos que nada más nos podría estremecer. Es justo cuando una nueva historia llega para demostrarnos que en la ciudad, la vida es tan impredecible que todo puede ocurrir.
Trabajando en ocasiones hasta 16 horas continuas, me quedan pocas ganas para llegar a casa y aplicarme a una rutina de ejercicios.
A partir de este punto continuaba tirando un rollote, pero tal vez los designios divinos no quisieron que apareciera, porque la pinche computadora se congeló y sólo pude recuperar parte del documento, así que mejor aquí le dejo y le continuó en un nuevo documento.


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