lunes, agosto 25, 2003

EL POETA ERRANTE
Eres poeta, te vistes como tal. Sales a la calle a vender tu embuste. Te cambias de ciudad cuando la vida ya no le sonríe a tus historias ficticias. Buscas nuevos nombres, otras palabras para justificar tus poemas, pero siempre son los mismos poemas. Los de hace tres años, los de hace 10 años. Puedo verles la espina dorsal. No lo niegues. Recuerda que el dolor es uno, no puede cambiarse como se renuevan los amores. El dolor pemanece, lejos de la risa, soplando en las orejas de Dios.
Está allí el dolor para perderte en el olvido, está allí el dolor para cansar las esperas más pacientes.
Yo que te enseñe a ver los pájaros en la plaza reconozco este vuelo, ahora veo que nuevamente las puertas de la locura se abren y no hay nada que ver bajo la fuente, siempre el hambre de la verdad termina por comernos a pedazos.

LA SALVACION DE NUESTROS NOMBRES
Desde el principio fuimos sólo uno, con el tiempo nos fuimos aceptando como tales, salvo raras excepciones nos sentamos en la banqueta del rencor a ser parte del engaño impuesto por nuestros padres.
Luego crecimos. Vinieron las nuevas costumbres y con ellas, por fin, los nuevos nombres, nuestros nombres. Ahora vamos por las calles de este pandemonium electrónico diciendo quienes no somos, pero quisimos ser en la realidad.
Puedo ver los rostros y encontrar al asesino en el espejo, cada quien desde su no estancia se busca, en un afán por comunicar se incomunica y vuelve el uso de este artefacto un confesionario. Escribimos para borrar nuestros errores.
Por eso adoptamos una nueva identidad y nos cuesta menos aceptar los sentimientos nobles o agresores (según sea el caso), por eso morimos o entramos a una especie de sueño de vida, como lo plantea Salman Rushdie en los Versos Sátanicos.


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