sábado, marzo 27, 2004

Sin dolor no te haces feliz



Desde que estrenó La Pasión en las salas de cine en los Estados Unidos, hemos estado recibiendo un incesante bombardeo de lamentos y halagos para tal producción dirigida por Mel Gibson.
Me había abstenido de ir al cine a ver esta producción, las notas periodísticas que aparecieron en la víspera sobre la reacción de la audiencia me desalentaron.
Hombre y mujeres que salían del cine abatidos, que esperando ver una historia fascinante, se compraron media dulcería y a media proyección, lloraron, vomitaron, se erizaron de miedo y lejos de conseguir un mensaje de esperanza, iban a las calles con un alto sentido de remordimiento.
Por estas razones, a mitad broma a mitad con toda la seriedad posible, mencionaba a mis amigos cinéfilos, creyentes y curiosos de mi opinión al respecto, que no necesitaba presenciar tal masacre para entender el mensaje en sí que pueden cargar este tipo de apreciaciones fílmicas.
A cambio, les sugería que mejor vieran la película “El Mártir del Calvario”, producción mexicana de 1952 protagonizada por Enrique Rambal, en la que fuera de los ridículos acentos españolizados (se nota fuertemente la influencia del cine español que llegó a México luego del exilio franquista), la parsimoniosa encarnación del Nazareno y una escenografía que en realidad era peor que las aventuras de Odisea Burbujas, el intento descriptivo me resulta más válido al rescatar, por lo menos, un mensaje evangelizador.
La Pasión es una versión de la cual dicen se apega a las Santas Escrituras. Gibson ahora nos trae la versión más gore que ha existido a la fecha de la vía de la cruz, ésa que recorrió alguna vez Jesús de Nazareth.
El director y actor australiano aparentemente no ha podido olvidar el éxito que causó en el espectador cuando utilizó los grandes efectos en las guerras protagonizadas por William Wallace en Corazón Valiente (Brave Heart ).
En el aspecto estrictamente fílmico el largometraje es de una estupenda manufactura, en la que tanto los actores como escenarios y maquillaje destacan por su sobriedad.
Sin embargo, el primer problema con el que me encuentro como espectador –visión personalizada, of course-, es la exacerbante inclinación hacia lo sanguinolento y brutal.
No dudo que los soldados romanos se hayan distinguido por ser salvajes en extremo, si bien no les fue entregado gratis más de medio mundo durante su imperio, eran salvajitos los muchachos pues.
Pero aún así, hay una alta tendencia hacia la flagelación durante las dos horas y fracción que dura la película. Tanta sangre lo vuelve a uno, o bien loco, o mal, insensible.
Y al utilizar este último término, vienen a mi cabeza los moqueos y sollozos de más de un espectador que no conforme con lo ya descrito en la Biblia, necesita las imágenes crudas llevadas a la pantalla grande para entender que, en efecto, a Jesús le fue de la patada.
Tal vez sea un fuerte cargo de conciencia por el desapego a la religiosidad, a lo mejor se trata de un verdadero reencuentro con la fe heredada por nuestro ancestros, lo cierto es que en tras ver La Pasión, los espectadores salen con una especie de reconversión al cristianismo que más que alentador, resulta patético.
Y es que este paroxismo del que se quieren valer los supuestos “sanados” por la película no va más allá de las próximas horas, quizás días de haber observado la imperdonable acción contra El Salvador de los hombres.
Por el contrario hay una tendencia hacia lo violento que se vive de manera intrínseca en nuestro mundo contemporáneo, donde la compasión y el respeto hacia la vida han quedado mancillados.
Tal vez haya quien para este punto me reclame mi insensibilidad hacia lo contemplado en la pantalla grande, pero déjenme preguntarles algo: ¿han sentido la misma compasión por el hombre que vive de las calles y se droga, por la mujer que se prostituye y abandona a sus hijos durante las noches, por aquel que cae abatido ante las balas por andar inmiscuido en el narcotráfico? ¿ últimamente se han quitado el pan de la boca, abandonando sus salidas a comer a los lugares que están inn, para darle un pedazo de pan al menesteroso, al inmigrante que no completa para su pasaje de regreso a su tierra o para comprarse un burrito y aguantar la noche a la intemperie? O ya de perdido ¿han abrazado este día a esa persona a la que dicen querer, han perdonado con la misma intensidad que los han ofendido, han sonreído a algún extraño que se ve con la mirada llena de desaliento?
No soy nadie para juzgarlos, pero me he permitido sacar las preguntas que me surgieron al observar La Pasión.
Odiamos en demasía, incluso a los personajes que aparecen como antagónicos del Hijo de Dios. Nos genera una ánima aversión el proceder de Judas Iscariote al vender al Mesías por 30 monedas, pero nos cuesta poco aceptar que nuestro país sea tranzado –y ahora tales movimientos hasta captados en video- por políticos corruptos que les importa poco prostituir el voto democrático y la esperanza de un pueblo.
Aborrecemos a los romanos porque someten al pueblo de Dios, (¡hey! recuerden que es el Hombre el pueblo de Dios ¡Por Dios!) pero nos mantenemos al margen cuando el monstruo capitalista hace y deshace contra aquellos que no van a la par de sus mezquinos intereses, los invade y solamente, solamente porque profesan la fe de manera legitima, alejados del In god we trust.
Luego me vienen con que ha sido el pueblo judío el encargado de llevar al Nazareno a la cruz, ¡no sean hipócritas! Aceptemos que si en algún momento del filme sintieron repugnancia, no era porque consideraban a los hijos de Abraham como los malos de la película, sino porque veían reflejados sus fétidos andares en una vida entregada al materialismo y al desdén.
A veces intento callar mi corazón y quiero que la razón me domine, pero luego todo se viene abajo cuando lo que dentro de mí fluye, se convierte en letras.
Vean El Mártir del Calvario, si no entienden los pequeños mensajes, no tiene sentido que se atormenten con este tipo de películas como La Pasión.
Créanme, dentro de cinco años, recordarán en los efectos visuales de esta producción, como los que en algún momento les sorprendieron cuando Freddy Crugger.
Oigan su voz interna. Lean. Mediten. Es la única forma de que cada quien encuentre su verdad.

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