martes, noviembre 18, 2003

Avatares del arte de ir al bathroom


Rodeado de enigmas, el habito de la defecación y el fino orín, representa una de las malas artes que invariablemente debo de practicar fuera de casa cuando me alejo por varios días consecutivos por cuestiones laborales.
Lo que nunca he entendido es el por qué ir al baño se ha convertido en un privilegio.
Es de este punto donde retomo estas re/flexiones, algunas tan poco pensadas pero tan sentidas que ni de pedo vale la pena hacerla.
Costumbres citadinas que ya que se han adherido como parte de una rutina viviosa, olorosa y bueno, no sé cómo se viva la vida de baño en otros lados del mundo, pero también sería interesante saber si allá ocurren estas cosas o es solamente parte de la idiosincrasia en la Ciudad del Crimen.

Ojalá que llueva café en el campo
Todo comenzó con una plática informal que sustuve con el gran Solzimer hace algunas semanas, acerca los pormenores que implica el acudir a consumar una necesidad física.
Nos encontrábamos afuera del audiovisual del Parque Central y el tema que tratábamos estribaba en el cuidado que se le da en algunos antros a los baños públicos.
Algo característico de los bares y cantinas es que siempre en los mingitorios se procura colocar, a manera de aromatizante, hielo de color azul, del que se destina originalmente para enfriar la cerveza.
La sensación de verter el producto de más de cuatro cervezas que han sido purificadas vía organismo humano en un iceberg, resulta además de escalofriante, un tanto surrealista.
Las figuras que se van soldando entre los hielos que se retuercen y crujen al contacto del líquido hirviente que proviene del miembro masculino, representan el más grande reto para el artista empírico de la escultura.
Pero eso no es todo. Cuando en la ciudad llega la feria -exposición de insumos y artesanías nacionales, entre otras viandas-, a mediados de junio de cada año, largas filas de meones se aproximan a los pocos baños públicos que se destinan para este tipo de eventos.
Por tratarse de una temporada calurosa -justo al inicio del verano-, el hedor que proviene de estas catedrales de la meada, es poco menos insoportable que el perfume que usan algunas abuelas.
Para contrarrestar los 'perjúmenes', los encargados de estos espacios optan por colocar en los orinales, una planta llamada gobernadora, que al contacto con el orín explen un olor propio de los rituales de curanderos.
Mezcla de santidad y demencial presencia demoniaca se percibe en los baños públicos, priducto de la gobernadora que se expande en el recinto a la pipí, dejando olorosos a quienes de manera recurrente tienen que visitar tales cuartos de descarga. Esta práctica en ocasiones se hace más latente también en la temporada decembrina, por lo que no resultaría extraño que a la par que hay esferitas y santa closes decorando los servicios, se encuentre uno en los orinales a doña gober, dispuesta a perjudicar con su aroma el sentido del olfato de los meones.

¡Y volver, volver, volver!
¡Ah! Pero si de ir a zurrar se trata, la cosa se vuelve terrorífica. Pocos son los espacios con los que los culos exigentes pueden contar. Tenía un amigo que prefería para cagar acudir a los malls de los grandes centros comerciales de la ciudad, antes que pedir el baño de una casa particular.
Esta medida hace años tenía cierta justificación. Por lo general este tipo de sanitarios públicos se encontraban -hablo de hace una década-, inmaculados y bellamente aromatizados, por lo que casi le resultaba un encuentro con el oasis de la mierda a quien se encontraba en la encrucijada del to shit or not to shit.
Hoy en día, esos espacios se han ido perdie3ndo, A cambio, nos encontramos baños más que sucios atascados hasta el tope de cagada de distintos calibres.
En este sentido, uno de los enigmas que más me tienen contrariado, es el valor que algunos cagones tienen para defecar sobre la mierda de otros.
Cuando acudes a un baño de esta naturaleza, (en el que por lo general la cadenita se ha roto y no puede limpiarse el excusado), puedes ver grandes chorizos flotadores, imponentes y hasta cierto punto altaneros, que surcan la mar hedionda mientras al fondo, un pastel de zoquete permanece como vencido por el nuevo gladiador que ha llegado a conquistar el espacio.
Recuerdo que en una cervecería del centro de la ciudad a la que acudí hace varios años, luego de una noche de ronda que terminó en ese antro a altas horas de la madrugada en el más completo clandestinaje, ya saben, luego de varias cervecitas a uno le da por vaciar la vejiga, pues a un camarada y un servidor se nos sincronizó el desagüe y fuimos juntos al meadero, pero para su sorpresa se encontraba el mingitorio lleno de gobernadora.
Como mi camarada es medio mamón, prefirió orinar en el excusado que se encontraba hasta el tope de heces -nunca entendei porque optó por evacuar en tan abstracto mosaico de excrementos-, el caso es que luego de terminar su faena, tuvo a bien -ahora que lo pienso no fue tan a bien-, jalar de la cadenita y?
En ese momento tuvimos que emprender la retirada, el inodoro, vuelto loco, sufrió una rebelión de sus habitantes y una estampida de mierda subersiva empezó a elevarse sin parar hasta que, en efecto, grandes pedazos de cagada, pequeñas bolitas estilo bovino, algunas cacas arrogantes empezaron a saltar alegres hacia el piso del cuarto de servicio.
Pero allí no paró la cosa. Para cuando estabamos recogiendo nuestras pertenencias, la mancha ocre y el ejército rebelde ya empezaba a colonizar la pista de baile, por lo que, antes de que se hicieran los trancazos ya ibamos rumbo a casa, jurando y perjurando que jamás volveríamos a jalar la cadena en un estalbecimiento de tales características.

El misterioso caso de la desaparición del papel higiénico
Otra de las situaciones características que aderezan el folclore escatológico es la ausencia del papel higiénico en los esdpacios destinados para este fin. Digo, para quienes no tienen la costumbre de evacuar en lugares públicos, cuando por fin se arman de valor y deciden ceder ante la insistencia del intestino, no hay nada más frustrante que aceptar la dura realidad: no hay papel.
No sé si sea porque la gente se lo robe o porque la demanda en estos cetros del espirítu flatulento sea considerable, el caso es que alguna vez en la vida nos hemos enfrentado a este dilema.
Para esta situación hay quienes han optado como habito, cargar siempre en su bolsa pañuelos o servilletas; los hay también quienes prefieren acudir al cetro acompañados de un buen libro o, en su defecto, el periódico con las últimas noticias de espectáculos, deportes o socidedad.
Puedo asegurar lo anterior porque en el bote de basura -ya sé, ya me estoy colgando, pero es real-, he visto las más bellas mujeres, altos ejecutivos y empresarios de la sociedad en la Ciudad del Crimen, bellamente redecorados con un café entre ocre y negruzco.
Por lo general en los botes de basura del excusado uno se puede encontrar cualquier cosa, si la mierda fuera sangre, más de tres habrían muerto desangrados, uno no se explica cómo es posible que se pueda encontrar tal cantidad de excremento en el papel que algunos utilizan para limpiarse.

Al tercer día el papel limpia manos subió al cielo
Ya para finalizar, porque creo que para este punto algunos ya habrán preferido retirarse de la lectura -no importa, nadie puede huir de lo inminente-, quiero concluir con otro de los enigmas que desde siempre, me ha atormentado en las incursiones a los baños públicos.
¿Puede alguien decirme, porque rechingados el papel destinado para limpiarse las manos está colocado en una posición tan alta? Digo, es el colmo de la pendejes el poner encima este artículo, ya que una vez que logra uno asearse las manos (si se tiene suerte llega a haber jabón en los baños), y cuando se pretende secarlas, siempre, una máldita gota traicionera recorre, primero el antebrazo, hasta llegar a la axila... o más allá.
El desborde puede ser que haya pasado inadvertido por muchos, tal vez no se le da importancia a este tipo de situaciones, pero ¿por qué demonios no hay una consideración para con el usuario? Tal vez en Europa o en la América del sur o gabacha, el promedio de altura de los que utilizan el baño sea de un metro ochenta para arriba, hey, pero acá en la tierra azteca somos zotacos y con esfuerzos apenas si llegamos a medir los 1.60 en promedio.
Bueno, es suficiente por hoy, tanta materia fecal esta afectando mi cerebro y todavía hay que escribir otras cosas, (un ensayo para la clase y un par de notas para la redacción), aparte ya me está dando hambre, hay los dejo pues con estos bellos recuerdos.

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