sábado, diciembre 04, 2004

Teorías de la conspiración II: Me Against I


Cuando escribo en el blog, lo hago como un acto de catársis en el que en muchas ocasiones no intervienen ni la razón ni la coherencia en la secuencia que llevan las frases o el sentido que estas puedan cobrar.
El mensaje que pueda percibirse de lo que aquei se desprende puede ir en una cantidad ilimitada de sentidos, o bien, en ninguno mismo, a final de cuentas no se pretende realizar teorías sobre los grandes temas, ni tampoco apostar a debates que nacen muertos.
Escribir en el blog entonces me representa un acto automático sin mayores complicaciones, las experiencias vividas en las últimas semanas así me lo han dado a entender. No hay que tomarse a las personas que por aquí rondan demasiado en serio y en cambio, si se puede hay que hacerles enfurecer de vez en cuando para que gocen un poquito de su patética postura.
No me gusta hablar mal de nadie, pero a veces difruto haciendo pariodias de aquellos que intentan hacer otro tanto hacia mi persona.
Al menos de mi parte me siento completamente, digamos feliz -aunque ese término no exista en sentido poético/patético-, con lo que voy alcanzando hasta la fecha en el mundo real. Afortunadamente mis amigos son contados, por lo que cuando alguien viene con cara de buena gente pero con malas intenciones, termina rebotándose en su propia ignominia.
Puedo disfrutar de ciertos placeres que algunos "puristas" o "elementales" de la creencia artistoide no se dan con la misma facilidad. Por ejemplo en este momento, la computadora me brinda el mismo placer al ponerme una canción de Chico Ché (de quén chon) y de inmediato brincarse a Jean-Jacques Goldman (En Passant) y sin el menor remordimiento me mantengo en una sinergía que me reditúa en una sonrisa ¿y por qué no? en intentar seguir el ritmo de la canción.
Me gustan los marasmos verbales, pero cuando estos no tienen mayor pretención que ser un reducto escape de la fugacidad de nuestro instinto, no voy con ellos cuando se pretende aleccionar con premisas leídas en apenas unas cuantas hojas de un autor al que ni siquiera hemos alcanzado a asimilar.
Cuando escribo en el blog, soy el primero que está en mi contra, mi más acérrimo enemigo es la asimilación de lo que ya está siendo escrito, pero en el momento del acto demencial que se asemeja a la procuración de la letra, no hay mayor conexión y no por falta de inteligencia, sino por -una vez más lo repito- el mero placer de crear dimensiones distintas en la misma palabra.
Redacto-analizo-descarto-reescribo y espero de siempre la primer piedra de los maestros del Sinaí. No hay mayor complicación, al menos para mí que lo olvido todo, necesito un espacio como este para recordar ciertos viajes de lo que ha sido y lo que pudo ser en algunas situaciones, claro que el encanto del blog es que siempre las cosas se quedan en su primer etapa.
Permítame, voy a bailar Y.M.C.A. para que se siguan mofando quienes así lo deseen y para los que no, que se salgan del clóset y así se sientan más cómodos -después de todo aunque tengo mis problemas de manejo de ira y paranoia-, tengan por seguro que el mismo respeto que entreguen aquí tanto gays, mujeres con sobre peso de ego y de cebo, los delirantes artistas frustrados, los jalados a toda corriente, los ilusos que siempre están bien acompañados y, en general todo el circo que aparece en la madre naturaleza, será recibido con la misma coridalidad con la que lleguen (¡bailemos juntos Y.M.C.A!).
Ahora sí, ya me voy a casa, tengo que llevar algunas cosas para los amigos que están por llegar a celebrar a Ulises. Ahí se leen.

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