miércoles, diciembre 01, 2004

Canto desde el fondo de esta esquina, en donde se conjugan todas mis ambigüedades, en los propios matices de la demencia que obligan a la desmemoria -en una forma coherente de buscar su escape- a llamarme ilógico. Bien, busco en este ángulo una luz para operar mis premisas, recolecto letras como flores en un jardín desierto, soy un infante perdido en la autopista de la madrugada, un dolor de cabeza.
Decapitado voy, continuo lentamente y trato de esquivar las lipotimias por los atajos en el camino de la vida. Me sobrepongo en la tranquilidad, pero hay lamentos que provienen del diente envenenado, de la encía hedionda de quienes habitan un lugar desconocido aún pero que a todos es común.
Arrodillados con su objetividad simple y arrastrera los hace flotar en el mar de azufre y cuando sopla el viento se alcanzan a escuchar sus ayes. Les regalo mi pañuelo ensangrentado buitres. Pueden volar con él si gustan, pero ya no lloren.

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