miércoles, febrero 02, 2005

Ciudad del Crimen o The Psycho City


Hace una semana (¿o dos?) me sorprendió encontrarme en el vespertino local unas declaraciones de nuestro H. Gobernador José Reyes Baeza, en el sentido de que mostraba su indignación al decir algo así como: "hay quienes insisten en llamar a Ciudad Juárez la Ciudad del Crimen".
Lejos de molestarme, el comentario del ejecutivo me hizo soltar una inevitablemente una carcajada. Es increíble que a estas alturas el representante popular no se quiera dar cuenta del estado de descomposición que guarda esta tierra fronteriza en donde si bien, no todo esta perdido, ya ha sido grande y severo el daño que se le ha causado.
Y vaya, tal vez, si nos queremos ver estricto y justo, reconoceré que Juárez no alcanza aún los índices de peligrosidad de ciudades como Reynosa o Tijuana, donde podría ser más peligroso salir a las calles, ya que se vive una guerra abierta de mayores proporciones entre grupos de narcos opositores a plena luz del día.
Si bien en Ciudad Juárez hay descaradas narco ejecuciones y no se han vivido con la espectacularidad de las ciudades antes mencionadas ¿es esto motivo para estar tranquilos? Por supuesto que no. Siempre hay balas perdidas y muertes de personas ajenas al crimen organizado y es esta cifra, la de "las casualidades de guerra", las que las autoridades no toman en cuenta.
Se habla siempre de la criminalidad e inseguridad por las cifras de delitos cometidos, por la cantidad de malandros asegurados, pero nunca por el daño social que este fenómeno genera en la población.
Hay uno, el que considero de los más importantes y al cual muy poca importancia se le da: al daño psicológico. Ciudad Juárez, la hasta hoy nombrada por mí, la Ciudad del Crimen, si hubiera de cambiar alguna vez de mote, sería por Psycho City.
El medio en el que nos desenvolvemos, esta constante zozobra de escuchar las sirenas, de ver torretas encendidas por doquier, la prepotencia de los automovilistas, la majadería con la que somos atendidos en los establecimientos y, sobre todo, nuestra falta de disposición de cambiar este enrarecido ambiente de disgusto y apatía, nos están generando los problemas propios de una ciudad de aspiraciones cosmopolitas con infraestructura del tercer mundo.
Si bien en este fenómeno, gran culpa tiene la autoridad por no encontrar las formulas de una convivencia social como la que la comunidad exige, son los individuos también, todos nosotros, quienes hemos de hacer un alto para reflexionar sobre nuestra actitud ante esta violencia demencial.
Un ejemplo. Hace meses, cuando salía a hacer reportajes, tenía que cruzar varias veces la ciudad. Bien. En una de esas ocasiones, platicando con Ricardo, mi fotográfo en turno, analizábamos la actitud de los automovilistas. Luego de 25 minutos, esto fue lo que nos encontramos:
Cuatro automóviles se nos cerraron, tres camiones de transporte nos rebasaron por la izquierda y se frenaron sin hacer señalamiento. Dos patrullas pararon el tráfico para cruzarse un rojo y entrar urgentemente en el drive thru un restaurante de comida rápida. Una ambulancia duró 10 minutos suplicando por que le abrieran paso antes de alcanzar una grande avenida. La gente cruzando las calles sin precaución, molesta con los automóviles, lanzándose sobre ellos. A eso súmenle, mentadas sustos y sinsabores propios de ir manejando.
La pregunta/conclusión, surgió obligada entre nosotros ¿Te has puesto a pensar las veces que vas manejando y sin saber por qué, estás encabronadísimo y tú sin notarlo hasta que llegas a casa y tu esposa te afirma: pues qué traes, qué te hicieron en la calle, traes una carita que espantas?
Respeto, una palabra tan sencilla y que parece que se nos ha ido olvidando, tal vez si empezamos por allí, nosotros como ciudadanos, contuibuiremos en gran manera a que esta ciudad cambie, de otra forma, no tenemos ni cara para estarnos quejando.
Sr. Reyes Baeza, está seguirá siendo la Ciudad del Crimen hasta que usted y su equipo no demuestren lo contrario, lo demás, déjelo en nuestras manos, de los ciudadanos que tenemos más amor que temor por este terruño.

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