lunes, septiembre 13, 2004

De la Cuca al Alba


En-durante-después de la lectura de los Inevitables, los rostros bloggeros fueron fluyendo, algunos se reconocían otros pasaban frente a frente y sin más, se volteaban a otra parte, trataban de encontrar algún rostro familiar, una palabra o una letra que delatara a los cómplices del ciberespacio pero sin demasiado acierto.
De las caras que pude reconocer mientras estuvimos en el Nomus, aparecieron ante mi Rubén (Rancho las Voces), Adriana (Non Fit Remissio) Fernando (Axis-art), Bernardo (Tanteos), Norma (Normal Delirio), Olimpia (Cirse), Mallela (Cartarsis de una Neurotica), Lalas (Debate Abierto), Cristina (Señorita Ambar).
También acudieron Arenas (Orilla Izquierda), Sardina (Herself), Oca (Desmemoria), Escribono (Maxaca), Milena (Bar la Goma) y por supuesto Santana (Hijo del Cártel) Susana (Suchaca), Jorge (Beatnik) y por supuesto, un servidor.
Alejándonos de la carencia de licor, una considerable parte de los antes mencionados optamos por acercar nuestros cuerpos a la Avenida Juárez, al bar La Cucaracha. El ritmo de jazz, la cerveza y las tandas de billar acompasaron nuestra segunda parte del encuentro.
Durante este lapso, dediqué una buena parte del tiempo a jugar una perpetua revancha que tenemos Juan Manuel Portillo (Des/composiciones) y yo en el billar, juego que conforme el alcohol va ingresando en el organismo se torna cada vez más indescifrable.
Luego de pelear con parte de la policía local (de eso escribiré más adelante, en otro posteo), nos adentramos a The Cave a donde fuimos invitados por Orilla Izquierda que venía celebrando su cumpleaños. Una vez adentro del tugurio (abundan los malandrines que se sienten herederos de Tupac, Snop Doggy y otras calañas por el estilo, la fiesta concluyó casi a los 40 minutos, luego de haber llegado, porque estábamos adentro del antro ya en deshoras de lo establecido por el H. Ayuntamiento.
A continuación varios de los que no teníamos para cuando terminar la fiesta nos redireccionamos rumbo al centro estratégico de Orilla Izquierda, en donde el vodka y algunos restos de cerveza recuperados en varias cabañas nos estarían esperando.
Todo siguió con tranquilidad hasta que un duendecillo que andaba en la tras/peda, se quiso poner de valentón en el lugar. Minutos atrás ya le había colmado la paciencia a más de tres, pero cuando llegeo a donde estaba, ya se imaginarán lo que pasó.
Yo quería que la noche transcurriera tranquila, en verdad que ese era mi propósito, pero al muy tarado se le ocurre ponérseme a las manos y no me quedó otra opción que, literalmente agarrarlo de trapeador. Primeramente su golpecito amansador en la pared, luego sujetando su rastosa cabellera lo hicimos limpiar la sala, para finalmente, darle su patadita de las buenas noches? en el hocico, que ya traía muy suelto y necesitaba un ajuste.
Luego de bailar este vals no premeditado, la gente pensó que le concedería la segunda tanda, pero la verdad ya ni tenía caso y preferí regresar a la cocina a terminar de preparar mi vodka, mientras el muchachón era despedido ?según me dijeron- con una boca que sería la envidia de las amantes del colágeno.
Obvio que mi compañera de viaje para este punto entró en crisis porque ella es totalmente opuesta a la violencia, en todo momento le aclaré que nunca fue mi intención hacer desmadre, y vaya, la misma raza que estaba en el lugar se dio cuenta de que yo no fui iniciador del pedo y ella supo comprender que lo único que hice en ese momento, fue no digamos defenderme, pero si tratar de aplicar la diplomacia radical.
Ya el sol estaba clareando y optamos por mejor irnos a casa, todavía tendría que llegar a empacar muebles y libros y la verdad, ni ganas me quedaban de dormir, pero el sueño me venció y terminé realizando la primer parte de la mudanza en un estado medio negro.

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