viernes, febrero 13, 2004

Un trago de cerveza por un trago de certeza


En nuestras manos hay algo más que un sentimiento fraterno, algo que nos destierra de las posibles causas de lo que llamamos suerte.
Si vuela el grano de arena que fue recogido en la duna, la cebada que fue fermentada para ser consumida a tragos insaciables, hay algo en las manos que se queda cuando escapa, es nuestra marcha a lo etéreo del trayecto, a ese minuto que aún no transcurre y al cual quedamos predeteminados con el viento o con los ojos de la madrugada clavados en nuestra espalda.
No hay adiós en el sólo juego de beneficiarse de la nada que es conocida por otros como popularidad, éxito o más palabras que decir cuando lo necesario es acrecentar el silencio. Es entonces cuando de alguna forma muchos recurrimos al ego, para continuar con el pretexto de ser en la boca.
Uno va siempre consecuente tras la fuga de sí mismo. Llega el momento en el que resulta determinante separase de todo sentir, para sobre existir las horas solas, donde la única conversación sostenible es la interna.
Yo no juzgo más que lo que he visto ante el espejo. Llegué esta noche cargados de emociones recogidas en el camino y ahora, puedo ver cómo se callan mis ausencias, como el reconsiderar la soledad que me delimita en la tertulia, vuelve a filtrarse por mis poros.
Nuevamente las bemoles de la melodía que interpreta el trío que acompaña a los amantes en otro lado de la barra, me alcanzan en el centro de la frente.
Esta parodia de felicidad que ahora encuentro en los que brindan, me hace buscar la alegría en las canciones viejas que alguna vez fueron escuchadas, letras que me son arrebatadas por un viejo adúltero que presume a la puta que le acompaña en respuesta al comentario que le fue espetado con voz gangosa acompañado de una carcajada por demás fingida.
Necesito un poco más del ruido de la ciudad, algo que me brinde la tranquilidad, por eso salgo a la calle y me olvido del olvido, trato de reencontrar mi contradicción mientras observo los automóviles que siempre se dirigen a ninguna parte. Después de caminar algunas cuadras, entró a un nuevo bar, donde la noche no ha sido buena para el cantinero.
Ahora puedo beber un poco más de la certeza que, espumosa, se confunde con la irrealidad que me acompaña.

Así termino esta línea.

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