miércoles, diciembre 24, 2003

HACE CALOR


¿Qué puedo decir de la Navidad a estas horas? Según el reloj del ordenador, faltan 44 minutos para alcanzarla, pero la lejanía de algunos de mis seres queridos me hacen pensar que esta noche tan emotiva para algunos –la Nochebuena- no siempre viene a visitarme con la mejor de las caras.
Ya había hablado de las depresiones que me provoca el hecho de enfrentar este tipo de festividades, por lo que redundar en ello sería cavar un hoyo más profundo que nos dejaría en la misma posición.
Por eso prefiero creer que hace calor, como lo canta alegremente Calamaro al lado de Los Rodríguez. Es una noche preciosa, pese a que con seguridad el termómetro nos esté marcando apenas algunos grados sobre cero.
El cielo está estrellado y ella... ella sí está conmigo, por eso le puedo decir a Neruda y a toda la puta melancolía que vayan a chingar a su madre.
Ya estoy harto del sufrimiento que generan los recuerdos de otras navidades, viene este nuevo alumbramiento en la palabra, una nitidez indescriptible de asentir ante la compañía.
En otro lado de la ciudad, mis padres, cada uno en su casa, viven la Nochebuena a su modo, a mi nadie me dijo que así tenía que ser, pero creo que en un momento determinado de la existencia tenemos la facultad de elegir nuestros propios presagios sobre lo que viene el día de mañana.
No siempre me encuentro tan de buen ánimo, cosa extraña, minutos antes el haber trabajado hasta altas horas de este día y ciertas vicisitudes de la reunión me hicieron entrar en crisis, pero ya no más.
Abro las puertas a la locura de estar conciente del porvenir, a la magnitud que se presenta ante mi ceguera de bienestar para ponerle precio a esta libertad que el corazón de Norma ha decidido pagar.
No hay ningún sacrificio en la vida de pareja que implique algo que se asemeje al provocar una sonrisa en quien te ama, no hay nada mejor que tener listas siempre las maletas de viaje y saber que el amor te acompaña a todas partes.
Este nuevo crío -Ulises- que se ha concebido para nuestras soledades, simplemente llegó para demostrar qué tan hermoso es levantarse en plena madrugada y sentirse devastado al amanecer, todo para tratar de conseguir un logro cotidiano, paradójicamente, cargados de energía y de intenciones certeras.
Amar es lo más extraño y cuando se practica suele generar discrepancias ante los ojos de quienes supuestamente nos aprecian. Y no me refiero a los cambios que sin saberlo se van generando no en nuestro comportamiento, sino en la forma en la que tomamos cada situación imprevista.
Yo, el amante de las peleas y las despedidas nada gratas hoy me quedo, me abrazo a mi familia, me abraso en este ímpetu de seguir vivo y les deseo a todos –viene aquí lo más extraño que jamás haya dicho- una feliz Navidad.

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