sábado, diciembre 20, 2003

Desde un sábado inoperante


Una vez al año, solamente una ocasión, me enfermo de gripa. Para mi desfortuna, este padecimiento ocurre de siempre en la víspera de la celebración navideña.
Esto no estaría del todo mal si no fuera porque me provoca un declive físico y emocional a tal grado que me hace ausentarme de mi trabajo.
En lo personal no soy de los que se alegran cuando un malestar de salud los aleja de las funciones laborales, el trabajo es lo que mantiene de cierta forma con energía y alejarme de él, lejos de hacerme sentir mejor, me deprime.
Este fin de semana me ha llegado el tan poco estimado resfrío, por más que intente convencer a Norma de que estaba bien, lo único que conseguí es que me zampara el termómetro en la boca y, acto seguido, llamara a mi jefe en la redacción para comunicarle que no asistiría a trabajar, so promesa de cubrir la ausencia con mi día de descanso.
A partir de esta mañana los minutos corrieron lentos, me he leído un par de revistas que me llegan semanalmente para conocer algunas formas de redacción que se practican en la madre patria.
Me las eche al derecho y al revés en un par de horas, luego vino el aburrimiento.
Ví la final de futbol mexicano, entre los Tigres de Nuevo León y los Tuzos de Pachuca casi con desgano. Antes me llamaba la atención este deporte, más que nada porque de alguna manera me hacía acercarme al recuerdo de mi padre.
Tengo muy presentes las tardes de infancia y adolescencia en las que mi viejointentaba hacerme entender las reglas del juego, pero por más que me explicaba yo terminaba observando los recovecos de las habitaciones.
Incluso me llegó a llevar a algunos partidos en los estadios, pero para colmo de mi desinterés terminaba poniendo mayor atención en las golosinas que en las acciones de la cancha.
Luego cuando venía el ansiado gol, en mi ingenua facultad de púber, terminaba esperando infructuosamente a que pasaran la repetición, cosa que nunca sucedía porque nos encontrábamos en un estadio, no frente al televisor.
Me doy cuenta que a veces recurrimos a lo que más detestamos para atraer de cierta manera a aquellos a quienes amamos.
El interés por el futbol me nació justo cuando mis padres se separaron. Ya casi era un adulto cuando esto sucedió. Aunque en primer instancia no le di gran importancia al hecho de que mis padres decidieran decirse adiós, luego de 26 años de permanecer en matrimonio, la realidad es que aún hay ecos que siguen rasgándome el corazón por esta causa.
Recuerdo a mi madre llorando en una iglesia, una semana después de la separación. Ese día lloré al verle, porque recordaba a mi padre a su lado, siempre regañándome por la falta de atención que tenía ante el púlpito, la verdad es que eso de la religión nunca pudo hacerme sentir como un verdadero creyente.
Luego de la separación vinieron otras ausencias de espíritu, nuevos reconocimientos de mí ante la nada, de todo un yo que desaparecía ante sus propias historias que crecían inmensamente en la habitación del ático en la que pasé gran parte de mi etapa universitaria.
Las memorias vienen y van como cenizas de cigarrillos, trato de que la gripa ceda, Norma dice que ya pasó la temperatura, espero que lo mismo sucxeda con los recuerdos, ha de ser la temporada.
Por cierto, Pachuca ganó el campeonato con un marcador global de 3-2 en el estadio de los Tigres.

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