lunes, enero 16, 2006

Día Cero: La Anunciación de un Reto.



Mucho tiene que contar el que tuvo que sufrir,
y empezaré por pedir no duden de cuanto digo;
pues debe creerse al testigo si no pagan por mentir.

La Vuelta de Martín Fierro. José Hernández

Miércoles 11 de Enero, 2006
Todos tenemos un 11. Lo tuvo Estados Unidos, España no se quedó atrás y hace doce meses, un inicio de año, te me fuiste sin decir adiós, Madre.
Me veo orillado a iniciar este proceso porque ya no me soporto. Mis fuerzas ya no son las de antes, ni las físicas ni las mentales. La sangre fluye con fuerza y quiere reventar el pecho y eso no puede ser, no es el momento ni el lugar para largarse.
Es noche o es día y duele todo el tiempo, esta tarde resume el último año, el año desde que te fuiste Madre, cada vez menos cuerdo, con el alcance de mi voz en otro tono que no logro distinguir acepto la ironía de hablarme ante el espejo.
Es necesario reconstruirse en el mismo camino andado, en las caras que escupen sonrisas como halagos, pero que hay que tomar los alacranes y beber por última vez de su veneno para inmunizarse.
Esta tarde, del día en que decidió no sé quién que te fueras, he caminado tantas calles en tu búsqueda madre.
Entre mis pasos y mis palabras silenciosas sólo está este olvido que se acrecienta, y una botella de sabor amargo que de cuando en cuando se asoma desde mi saco para besar mis labios y quitarme el frío.
Entré a las iglesias, más de siete, para pedirle a Dios en todas sus formas una razón de ti, ese espacio en el que me pudieras conceder una estrella, al menos para que me pudieras enviar flores o darme el privilegio de oler las que me he encontrado en el camino, pero nada de eso ocurrió.
Hablé a los demás de tu amor, de los detalles que tuviste para con tus hijos y que hoy me traen de entre los muertos una razón para vivir que se me escapa con tu lejanía.
Es diferente el dolor de esta manera madre, es una forma de recordar que la alegría puede existir, pero la cuesta cada vez es más inclinada para alcanzarla.
Anduve por las calles conocidas y a cierta hora de la tarde comencé a vagar por más rostros que callejones, mi andar sin sentido me hizo hacer paradas en algunos círculos de odio, en manos que suponían ser el azul del mar o la infinidad del cielo.
Estuve aquí, donde Dante y sin Virgilio corriendo, recorriendo y cayendo una y otra vez por los nueve círculos del infierno, en una ciudad tan corta como es la memoria.
Luego me quedé dormido, pero aún en el escaso recuerdo de esa noche, la última de alcohol a un año de que te fuiste, te veo nítida, arropándome en el piso de ese espacio que jamás conociste como mi nueva casa.
Sabes que enfrenté a los demonios, algunos los vencí, caí abatido por otros, pero esto que pides, es un mes, el tiempo suficiente para redireccionar el sino.
Acepto el reto Madre, aunque tenga que sudar lagrimas y llorar sangre, lo acepto.

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