lunes, abril 18, 2005

Ese hermoso suplicio llamado cajeros


Yo pensé que no había cosa más patética en la actualidad que acudir a un cajero. Bueno voy por partes.
Ir al cajero automático no es tan malo si consideramos que allí encontramos el billete que nos hace movernos en la semana pero lo que si enfada, es hacer fila para realizar operaciones en un aparato de esta naturaleza.
No sé si el problema solamente se dé en esta ciudad, donde diariamente se emplean y desemplean cientos de personas, debido a que es un lugar donde la facilidad de encontrar trabajo permite una cierta inestabilidad de la que las mismas empresas se ven beneficiadas.
Esto si tomamos en cuenta que mientras menos dure un trabajador, menos se va a ver obligada la industria en pagarle derechos y o prestaciones y ya no se diga una liquidación justa.
Pues bien, el problema de acudir a los cajeros y hacer filas que más que largas son demasiado lentas en su avance, creo que reside en que muchas de las personas que acuden a estos sitios son operadores de producción, obreros e incluso gente que jamás en su vida ha tenido 'dinero plástico' y al utilizar este implemento, simplemente lucen patéticos.
Seguro y ya por allí alguien pensará que mi visión es clasista y hasta cierto punto, fascista, pero ¡qué putas!, la realidad es esa y muchas de estas personas a mi parecer deberían de seguirles pagando con moneda corriente y no obligarlos a atormentarse hasta este tipo de aparato mientras nos hacen perder el tiempo.
Es dramático observar como tras aplicar de forma insistente y erronea las indicaciones que claramente aparecen en el monitor, los neófitos del uso de este articulo de cobro terminan saliendo echando pestes o con cara de preocupación porque terminan bloqueando su número.
No han sido pocas las veces que me he visto tentado a patear las puertas de los cajeros, pero en el último de los casos, he preferido abandonar y esperar una mejor oportunidad para realizar mi operación, aunque esto me cueste tener que ?sablear? el almuerzo a algún compañero y tener que verme obligado a pagar el gesto invitando la comida.

Yo pensé que no había algo peor que acudir a los cajeros...
...Hasta que el sistema automatizado de pago apareció en la Comisión Federal de Electricidad.
Si han tenido oportunidad de acudir recientemente a ejecutar sus pagos, sabrán de lo que hablo, si no, ahí les va: Entras a las instalaciones de la CFE, te formas en una larga fila, no tienes las mínima idea de por que ha crecido tanto ya que ni siquiera se trata de un día de corte, de hecho por eso acudes, para evitar largas filas, pero bueno, ya estás ahí.
La fila avanza demasiado lento, tanto que prefieres guardar el libro que utilizas comúnmente para casos de emergencia, tampoco te divierte observar los traseros y las tetas de las mujeres e incluso, tratar de crear mentalmente cuerpos perfectos con las partes de las féminas presentes, sólo quieres que todo termine pronto.
Por fin logras entrar a la recta final, te das cuenta que no hay un ser humano que te atienda, ni siquiera en las dos mesitas en donde más que atención al cliente, los cubículos parecen de asistencia psicológica.
El pedo, es que adentro hay no una, sino dos filas, una de ellas, la más lenta es para realizar el pago en el cajero automático ?únicamente estaba encendido uno de los 6 aparatos-.
La otra línea es a donde van cayendo dos tipos de personas, aquellos que se dieron por vencidos y no pudieron utilizar el nuevo implemento y dos, los que en efecto, vencieron al demonio de la tecnología pero, el bendito pero, la méndiga máquina terminó tragándose su cambio.
Por fortuna la fila el flujo de la fila mejoró, realice mi pago sin dificultad y pude salir victorioso, pero me quedó un cierto vacío, una nostalgia al trato prepotente y malacariento de las antiguas cajeras, de los funcionarios de lente oscuro y profuso olor a tabaco, impregnado en sus trajes pasados de moda.
La modernidad nos alcanza y con ello el silencio y la deshumanización de nuestros actos.

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