viernes, noviembre 26, 2004

Varias de viernes


Escucho en la televisión que dice fervorosamente que: ?Nosotros los americanos tomamos un día al año para darle gracias a Dios por todo lo que nos ha dado?.
Bueno, después de todo, tienen 364 días restantes para reclamar aquello que no les ha dado y, por qué no, en un dado momento, arrebatarlo.
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En el marco de la celebración del día de la no-violencia contra las mujeres y las niñas, es encontrado un nuevo cadáver, en un campo algodonero cercano al poblado de Práxedis G. Guerrero.
El campo, las características del asesinato y el día, no me hacen más que pensar que se trata de un mensaje de alguien, que evidentemente está jugando con la ineptitud policíaca. Ante esto no me cabe la más mínima duda de que se trata de un asesino en serie. Está repitiendo patrones.
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La muerte de dos policías confundidos con roba infantes, no es sino el reflejo de que las culturas de oriente y occidente no distan mucho en sus formas bárbaras al tomar la justicia por su propia mano.
Este acontecimiento habla también de lo empobrecido que se encuentra el espíritu de los mexicanos a últimas fechas, enfermedad del alma que de no subsanarse, podría conducirnos a una revolución sangrienta.
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Constantemente se escuchan las sirenas de las patrullas que presumiblemente van abriéndose paso allá afuera, en la calle. Tal vez una gran parte de la permanente psicosis en la que vive esta ciudad radique en ese horrible cantar de esos automóviles que si bien no son aquellos entes marítimos que enamoraban a los viajeros distraídos, en este terruño logran desencadenar los sentimientos más grandes de terror en una población harta de vivir en la zozobra.
Las autoridades deberían regular el uso de las sirenas y aplicar sanciones a todo aquel agente que solamente la use para amedrentar a los automovilistas o, simplemente, para pasarse el alto y llegar a todo lo que da a un restaurante... a cenar. Los he visto y no es nada agradable.
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En la televisión transmiten esta medianoche una película mexicana, de esas que durante la década de los ochenta y principios de los noventa se convirtieron en una gran fuente de ganancia para las cinematográficas especializadas en temas relacionados con el narcotráfico, los escapes de prisiones, balazos, burdeles, y demás felonías.
No me extraña que este tipo de filmes sean proyectados en la televisión y menos en este horario, lo que me pone a cavilar es que cada vez que los actores hablan algún tipo de majadería, esta es censurada con la eliminación del audio.
Sorprendente esta doble moral con la que se rige la autoridad correspondiente, al omitir tales palabrejas que ya se han convertido de uso común, en tanto que tienen la deferencia para permitir la proyección de escenas tan brutales como las que han aparecido esta semana, provenientes del poblado de Tláhuac.

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