lunes, mayo 22, 2006

El Código Aburridinchi



Hemos vivido actualmente tan olvidados de Dios, que la presunta polémica que se generó por la filmación de El Código Da Vinci, es más que cualquier otra cosa, un perfecto gancho publicitario.
En los albores del siglo XXI no creo que haya personas que encuentren como una verdadera amenaza un planteamiento como el que se maneja en la película basada en la obra original de Dan Brown.
El escozor que pudiera generarse o que se ha generado entre los fundamentalistas del cristianismo es precisamente por el libro, pero, para su alivio, el filme no logró provocar los supuestos estragos en la fe de los millones de seguidores de Cristo, tal y como se vaticinaba antes de su estreno mundial.
Peor aún, la visión que el director Ron Howard hizo llegar sobre el bestseller es además de aburrida, predecible y absurda.
De antemano se nos había hecho llegar la perspectiva de que la historia era una mera creación al estilo de ficción con matices de realidad.
Ni siquiera la idea de creer que Jesús el Nazareno llegó a matrimoniarse con María Magdalena e incluso a generar una estirpe, logra enraizarse en los espectadores, todo es tan fugaz, tan someramente planteado que termina como un globo desinflándose o perdiéndose en el infinito.
Lo más triste es que el suspenso, la acción, el drama, también se esfumaron sin dejar rastro.
Es tan extraño el acontoncer de la historia que pese a su duración de 147 minutos, pareciera que no se logra encajar algún momento de sorpresa o encanto, dan más ganas de salir a la dulcería a perder 15 minutos, con la esperanza de regresar a la sala y encontrarse algo que estimule a continuar.
Podría asegurar que cualquiera de los programas ?aún los más densos o aburridos- de la serie de ciencia ficción Los Expedientes X (The X Files), son más interesantes que El Código Da Vinci.
El Código ya llevado al cine, recuerda más a la serie de Batman que protagonizaran en la decada de los 60s del siglo pasado Adam Wast y Burt Ward, pero al menos éstos últimos, en su inverosímil mundo, tenían más gracia.
Entrando en ese punto, podemos observar a Tom Hanks en una de sus más desangeladas incursiones, simple y sencillamente el papel de Robert Langdon no era para él, pese a que el actor de Forrest Gump sostiene lo contrario.
Situación similar ocurrió con Audrey Tautou, de quien muchos nos enamorados por su alocada interpretación de Amélie, hace algunos años.
Sin gracia, sin alegría, sin brillo, Tautou se pierde como la criptologa policía Sophie Neveu, del que todavía me sigo preguntando de qué le servían sus conocimientos como criptologa si nunca los aplica en el desarrollo, al menos del filme.
En conjunto, Hanks y Tautou son más aburridos que Carmela y Rafael e incluso que el dueto Pimpinela, al menos los argentos le echan drama cuando cantan.
Más que investigadores serios, la pareja Hanks y Tautou parecen resolver al más puro estilo de la pandilla de Scooby Doo el tan manoseado dilema del destino del Hijo del Hombre.
¡Chas, quizá lo descifré! ¿No serán Langdon y Neveu, Shaggy y Vilma 20 años después?

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