lunes, enero 14, 2013



Mágico mundo de colores

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En mi pequeña infancia los colores eran nítidos. Le llamo pequeña porque son pocos los recuerdos que albergo, son fulgores de una existencia que, aunque breve, fue disfrutada. Algo de mí en aquel tiempo, logro vivir plenamente, hay imágenes de días, hay noches donde ciertas escenas se han quedado guardadas como fotografías con un poco de movimiento.
De esos años, guardo con cariño las tardes en las que ansiosamente esperaba las historias de Disney. Sí, me gustaba ver la televisión, como cualquier niño de mi edad que creció entre las décadas de los 70 y 80 cuando ver la tele después de hacer la tarea, era un privilegio.
Pues bien, recuerdo especialmente los capítulos de Disney, porque no sabías que te ofertarían si se tratarían de dibujos animados o bien, de una historia protagonizada por humanos.
Ambas me gustaban, aunque en un principio prefería las de caricaturas, también llegue a disfrutar las noches en las que presentaban mini películas protagonizadas por actrices como Jodie Foster.
Decía pues, que como niño de las décadas 70-80 viví momentos mágicos, llenos de ilusión, tal y como se cantaba en la introducción de la serie, donde aparecían el castillo, un bello paisaje de un lago y una montaña, algunos jinetes practicando el hipismo,  una especie de caleidoscopio que ejercía una especie de efecto de hipnosis o era un preámbulo de la fascinación que nos esperaba y Campanita revoloteando para dar su toque mágico.
Sí, yo fui un niño feliz en el tiempo en el que podía ver la tele en la sala al caer la tarde, me encantaba que la serie terminara y echar mano de la imaginación para continuar con las historias, cuando éstas se quedaban inconclusas.
Sí, el mundo era una cascada de colores, mágico era el mundo, pese a que, como la mayoría de los niños de mi tiempo, contaba con una televisión en casa en blanco y negro y de perilla y lo más que llegaba a ser un control remoto, era un regulador de corriente.
Sí, el mundo es mágico aun cuando lo veamos gris, cuando después de crecer veamos las reales intenciones del ser humano, cuando el odio y el malestar hacen deplorable el día a día y entendemos que los sistemas económicos y políticos de tan contradictorios que son guardan similitudes que aterran y apestan.
El color nace de nuestras miradas, con ellas se pintan los días, con el infante que llevamos dentro. De vez en cuando hay que dejarlo salir a cantar.


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