lunes, marzo 05, 2012



Algo extraño ocurre cuando hablo. La gente piensa que estoy loco o al menos esa cara me pone. Me parece inverosímil, porque las mismas palabras que a veces escribo tienen mucha más fuerza al momento de ser leídas, pero generan cierta desconfianza al ser expuestas.
He mostrado documentos en los que el interlocutor al leer, se genera cierta confianza al tener el sustento de un texto, pero no sabe que el autor es el mismo que le está exponiendo lo contrario. Juegos divertidos y raros, ésos, los de la mente del otro.
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Escribo con los ojos cerrados, en parte como ejercicio, en parte por el ardor que tengo derivad de la conjuntivitis, este ejercicio aunque placentero, me tiene un poco alterado, el hecho de que pueda escribir sin errores en la computadora me está alterando un poco. A veces no estamos preparados para ciertas cosas, como hacer las cosas bien, así, sin cometer errores.
Nos cuesta más aceptar un error, que reconocer que no los hicimos, por difícil que parezca, así es.
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¿Por qué siempre ponen el papel para secarse las manos a una altura que lo único que provoca es que las gotas escurran hasta los codos?
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¿Y si llega un momento en el que la humanidad no necesite defenderse de sí misma? ¿Qué va a pasar? ¿Se imaginan cómo será al día siguiente?
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¿Qué querrá decirme Eurípides que se me aparece como Orestes a estas horas?
“No es mi apariencia, sino que son mis acciones las que me atormentan”, grita desde lejos como el viento, como ese sonido que algunos aseveran son las trompetas del apocalipsis y yo hasta ayer las consideraba el sonido del tren a lo lejos.

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