martes, mayo 13, 2008

EL VIENTO O ANTES DEL FIN DEL MUNDO


No es propiamente fobia o miedo lo que le tengo al viento, al menos eso quiero creer. En mis recuerdos de infancia está albergado aquel atardecer en el que la noche llegó de manera temprana.
Me encontraba con un amigo –Beny- en el patio de casa, que se dividía de la suya por una barda de apenas un metro y medio de altura.
Como cada día después de clase, salíamos a la parte trasera del hogar para jugar, pero en aquella ocasión, nuestras intenciones se vieron frustradas por una enorme nube que comenzó a cubrir de manera repentina el firmamento.
En cuestión de minutos la ciudad quedó oscurecida y fuertes corrientes de aire hicieron elevarse todo lo que estaba a su paso.
Antes de que mi hermana me diera la orden de ingresar a la casa, observé junto a mi amigo, observamos cómo una nube inmensa mezcla entre negro y tonalidades blancas, brillantísimas y de fuego en los bordes, avanzaba de manera vertiginosa.
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Esta imagen tomada de la película Independence Day, es lo más cercano a lo que ví, believe it or not

Recuerdo que esa tarde, mi padre se encontraba en casa y eso vino a tranquilizarnos un poco a mí y a mis hermanos.
Mamá estaba en su trabajo, ese día le tocó cubrir el turno vespertino como recepcionista en un hotel en el que trabajó por no sé cuántos años.
Al ver que sus hijos se encontraban sumidos en la incertidumbre, mi padre optó por comunicarse vía telefónica con mi madre y saber si en la zona centro de la ciudad se tenía registro de algo similar o si era alguna tormenta de arena pasajera por el sector donde se ubicaba nuestro domicilio.
Mi madre respondió que todo se encontraba en calma, pero después relató que se comenzaba a oscurecer y sin más, se cortó la comunicación telefónica.
Los siguientes minutos parecieron eternos: Las ventanas parecían ceder ante las embestidas del aire, ese fantasma que llegaba con furia de ninguna parte, como queriéndose apoderar de nuestras almas.
Era sólo un niño pero el terror de alguna forma, logró prenderse de mis sentidos y después de que todo aconteció, no dejaba de observar el cielo, en busca de una respuesta que diera lógica a lo vivido.
Con el tiempo surgieron historias de lo que había acontecido. Algunos aseguraron a través del periódico local que se trataba de la presencia de varios objetos voladores no identificados, ya que al momento de dispersarse el fenómeno, se observaron varias luces extrañas.
Entre las versiones, había quienes, afectos a la fe, consideraron que se trataba del fin del mundo, incluso, se dice que en las cantinas, más de tres borrachines terminaron hincándose para rezar y pedir perdón al Creador.
Hay quienes llegaron a decir que mientras el meteoro acontecía, se vio pasar entre las calles un ente, al parecer del sexo femenino con el ay doloroso de La Llorona.
Por mi corta edad, la verdad quedó lejos de mi alcance, salvo los recuerdos compartidos con la familia, no tengo en mis manos aún una respuesta que satisfaga ese momento.
Hoy creo que independientemente a la locura que heredé desde aquel momento, que el viento se presenta como una prueba latente de que el tiempo avanza, que existe alguien más allá de nuestra visión humana que ordena y desordena las cosas.
Para curar un poco el malestar que me genera la presencia del aire, a veces pienso que es el mar, imagino que no existe el aire en este espacio y que son las olas como simples mensajeras de un mejor mañana.

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