miércoles, junio 13, 2007

Babel, después del debacle



Hace tiempo, pero mucho tiempo, en una computadora cuya ubicación no quiero recordar, se encontraba este post postergado que jamás subí a la red.
Por azares del destino me lo encontré, viejo, maltrecho, pero altivo y reclamando su espacio, así que sin más, aquí viene a ocuparlo, en la república de letras.


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La Torre Babel, una imagen como con la que nos atormentaban en el catecismo

Babel perdió por justicia, no por falta de talento.

La Torre de Babel, se construyó según se nos hace saber a través de los textos bíblicos, en el Génesis para ser exacto, por la ambición del Hombre de alcanzar el cielo y eso provocó la ira de Dios y devino en la pérdida de la comunicación entre los seres que la erigían.
Simón, resulta que ya cuando estaban rascándole a las nubes los albañiles, se les subieron los humos a los macizos ingenieros y arquitectos de la obra y entre dimes y diretes llegaron las mentadas de madre y se comenzó a desmadrar su bella obra.
Los albañiles les dejaron tirado el jale y cuando con sus propias manos trataron de levantar el cantón, terminaron desmadrando la torre y se dieron en la idem.
Dios los guachaba desde arriba curándosela, como sigue haciendolo hasta hoy, incluso con los poetas de Ciudad Juárez a los que a veces nadie nos entiende ni madres.
Pero bueno, no víne a escribir de eso sino de Babel, la película que filmó Alejandro González Iñarritu era igual de pretenciosa que la edificación que se narra en el pecado bíblico. Allí radica su mayor falta.
A diferencia de otras entregas del cineasta, como Amores Perros, Babel, es sosa y por momentos parece un video musical de extensión perenne.
Si bien fue nominada en los premios Oscar en siete categorías, incluyendo mejor película, mejor director y mejor actriz de reparto por doble cuenta para las actrices Adriana Barraza y Rinko Kikuchi-, la fallida obtención de las estatuillas sólo confirmaron lo poco consistente de la trama.
Desesperante por su lentitud, por su inconexión, aunque, en primera intención, es la falta de cabos atados la idea del director, no logra crear el efecto de desolación que intuyo, buscaba el cineasta.
A cambio, el largometraje es una serie de secuencias manipuladoras con clichés de los más utilizados para denunciar las arbitrariedades que se cometen en el mundo contemporáneo.
Recursos como la cámara que corre tras el actor para dar un efecto de desesperación, las varias tomas de una misma escena, babas, lagrimas, gritos y pataleos, además de la música.
¡Ah la música! siempre presente, recordándole al espectador cuando llorar o enojarse, cuando pensar o predisponer al que observa paran que haga un acto de conciencia.
Guitarras que más que sentimiento, con sus arpegios me recordaron más que el dolor, el horror de cuando uno se chutaba las películas de Vicente Fernández como El Arracadas y su eterna armónica y sus mariachis escondidos en los árboles, filmes que nunca faltaban durante los fines de semanas en el Canal de las Estrellas.
Eso, precisamente eso, es el efecto final que toma la situación planteada, Babel se estrella en su falta de idea del dolor.
Las historias de Babel son planteadas desde distintos puntos del mundo, América del Norte, Medio Oriente y Lejano Oriente. Otro de los errores que considero tuvo el director, ya que se nota la falta de conocimiento de la gente y sus costumbres, los movimientos se ven acartonados.
Nada le costaba al director González crear una historia buena contextualizándolo en el mismo sur, centro y norte de México, pero no, había que ir a otros lugares para abarcar mucho y no apretar nada.
Entre las peores interpretaciones está la de Gael García Bernal, en su fofa caracterización de norteño afresado, que más que jodido de los de acá de la línea entre México y Estados Unidos, parecía un integrante prófugo de Nortec o Kinky.
No se trata de adoptar una pose malinchista, ni de jugar a encontrarle el mayor número de errores, pero tampoco de que nos quieran vender como la mejor de las películas de todos los tiempos del cine mexicano hecho en el extranjero.
La perspectiva que a mi parecer muestra González Iñarritu es ramplona, simplista, que se abraza de lugares comunes como el clasismo y el racismo para atraer al espectador, problemas que si bien continúan aquejando al mundo entero y duelen como ninguno, en Babel no se aporta nada nuevo para resolverlos.
En Babel me sentí perdido, más perdido que al principio, porque el boleto de entrada no desquitó lo que mis ojos apreciaron y mi corazón tampoco se emocionó con las actuaciones, la evolución de las ideas se quedó sólo en una teoría de desgracia y aceptación de la tragedia.
Bueno, después de todo no hay que ser tan severo, reconsidero lo anterior y creo que Babel cumplió en la medida de sus posibilidades aportar su grano de arena para mostrar el grado de incomunicación que existe en el mundo actual, ya que no comunica nada.

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Un lindo Babel del futuro

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