viernes, diciembre 09, 2005

¿Cómo encender un cigarrillo con un chicle?


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Aburrido y desesperado porque este bendito viernes, se lleva a cabo la posada de la Asociación de Periodistas de Ciudad Juárez, no me quedó otra más que resignarme a dejar pasar el tiempo mientras cubro el turno de la guardia, que es de cinco de la tarde a 12 de la noche.
Y digo agobiado y aburrido porque ya me cansé de darle vuelta a los ciento y pico de canales que hay en la televisión por cable, sin que ninguno de ellos logre captar mi atención.
Como si fuera poco, Andrés ya se quedó afónico de entregarme el directo de El Cantante.
Incluso los juegos de la computadora ya me generaron más tensión que esparcimiento.
Así es que, armándome de fuerza, me puse el saco y salí al área de seguridad en donde hay unas bancas en las que normalmente acudimos a fumar un cigarrillo y desestresarnos.
Fue allí donde me encontré al salir a un compañero, que estaba por retirarse, luego de bromear sobre un par de simplezas del día, le ofrecí un cigarro, el cual aceptó bajo la condición de que le aceptara una de sus gomas de mascar gabachas, sabor menta.
De buena gana hicimos el trueque y mientras él prendía su tabaco con mi encendedor azul, yo tomaba uno de los chicles.
Luego, fuimos a sentarnos a las bancas donde la charla estriba entre la inversión térmica y el frío de la chingada que se pronosticó para esta noche y de lo cual ya comenzamos a sentir los primeros estragos.
Una vez que dimos la última bocanada, la despedida fue breve y cada cual siguió su sino cotidiano.
Escribo esto, un par de horas después de ese encuentro y un nuevo intento fallido por desperezarme, utilizando la tabaco terapia.
¿La razón del fracaso? Simplemente fue que al realizar el intercambio de chicle por cigarrillo, mi amigo se llevó a su chamarra mi encendedor y yo hice otro tanto con las gomas de mascar, lo peor es que ninguno dio cuenta del error.
No me quedó otra más que simular con el cigarro en la mano la idea de que fumaba, mientras esperaba infructuosamente que algún otro trabajador del turno nocturno llegara con un cerillo para calmar mis ansias.
A punto de tirar el chicle, luego de más de 100 minutos de uso continuo, considero que no me fue tan mal, ya que al reflexionar, creo que mi amigo ha de sentirse del carajo cuando intente mascar mi encendedor azul.

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