miércoles, mayo 25, 2005

El Niño de nadie


Era de a huevo, a los que nacimos en los setentas, mínimo nos tocó chutarnos una temporada de su melcocha. Me refiero al insoportable niño viajero, explotado por un anciano más fuete que el mismito Hulk, claro, estoy hablando de Remi.
¿A quién no le tocó atragantarse, por ejemplo cuando el cabrón mocoso no tenía ni pa tragar y uno estaba atascándose desde la comodidad de su casa? Ahí andaba el pinche Remy dando lástima en las panaderías para que le dieran un cacho de pan duro.
Chale Remi era el prototipo de niño explotado en los cruceros, el abuelo cabrón en lugar de enseñarle algún oficio nel, lo traía en chinga casi prostituyéndose en las calles, vendiendo su arte barato, arrastrándose con un par de perros callejeros y un chango más odioso y pedorro que el Mito.
Ahora que lo pienso, creo que de alguna manera los directivos de las televisoras lo que estaban haciendo era domesticar a las nuevas generaciones para lo que a la postre se tendrían que convertir: los nuevos consumidores de sus telenovelas.
Pinche Remi se llevó más de tres lágrimas de mi generación y todo para nada, porque la mendiga serie parecía no tener fin, uno terminaba por crecer y perderle el interés a las caricaturas y la historia del niño juglar jamás finalizaba.




Era de ver siempre que al concluir el episodio del día nunca te encontrabas con un "fin", sino que por el contrario, siempre te dejaban en ascuas y lo peor de todo, te ponían en un rincón, creo que en el ángulo posterior derecho unas chingadas letras chinas o japoneses -que más que letras parecían signos de mayor y menor- que daban pauta al interminable "continuará".
Lo peor de todo es que este maldito trauma visual era promovido por el Tío Gamboín, conductor y seductor de generaciones de infantes que se conformaban con escuchar su nombre y esperar una maldita credencial que te oficializaba como integrante del club del tio 'Fuk'.
No conformes con meter al Remión ahora sí que hasta en la sopa, todavía hubo algunos vivales de esos que se encargan de explotar animales en los circos, de recorrer la república con "El Circo de Remi", y lo peor es que se llenaba de pinches mocosos deseosos de tortura mental.
Me viene a la mente el par de malandrines que interpretaban a Remi en dos distintos circos, aparte de ser mucho mayores a el niño chillón, creo que tenían la cara de orates, se me hace que se metían algo porque estaban muy demacrados. Anyway.
Creo que los que terminamos por dar los últimos pasos al mundo adolescente acabamos odiando si no las caricaturas, ponernos frente al televisor de cuatro a 5, gracias a dramones como este, neta, confiésenlo ¿pudo haber alguien que disfrutara de este perpetuo relato del dolor infantil caricaturizado?

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