De regreso a la Casa Usher
He cambiado de
residencia, pero me he llevado los residuos de la memoria conmigo, porque he vuelto a mi guarida, la de siempre. Dejé atrás la piel de
camaleón para evitar mimetizarme, ahora solo soy, invisible.
Han sido días y noches de desintoxicación
involuntaria. Una enfermedad gastrointestinal me llevó a caer presa,
primeramente del terror que provoca el saberse vulnerable, susceptible a ser
tomado por la mano fría de la muerte, en la madrugada, y arder en fiebre y
sentir la cólera de Dios por todas las faltas cometidas.
Y así, con la
humildad del que se siente vencido, termina uno pidiendo perdón por las buenas
acciones y una nueva oportunidad para cometer los actos de venganza. Tiene uno
en las manos el temblor del arma, la empuñadura ensangrentada, el humo de la
pólvora en el ambiente, la sed constante de seguir en la lucha.
Por eso el
amanecer es distinto, al tener la oportunidad por nueva cuenta de abrir los
ojos, por eso y no por otra cosas, es que uno, hace el esfuerzo para combatir, aunque la
sangre siga fluyendo hacia fuera de nuestro cuerpo, pese a que la herida no esté cerrada del todo,
es más el deseo de continuar que las ganas de caer.
Este amanecer es
distinto. Hoy me llegó el nuevo equipo de entrenamiento, sigo medicado, pero
las heridas internas sanan y en pocos días concluirá esa fase y estaré
recuperado para saldar deudas, está por iniciar la cuenta regresiva en la lista
negra que guardo celosamente y que ya comenzó a quemarse.
Mis puños arden .
