Todo lo que no se habla es porno, una imágen grotesca que se distorsiona a lo eufémico, trasladándose por los vacíos de la carne, en la península del beso.
Abre las bahías del silencio para conformar el mito, paso a paso entre quienes descansan se percibe la presencia de la lucidez.
Es aquí donde nos vamos perdiendo como relojes sin tiempo que perder. Leemos hasta perder la memoria de quiénes somos.
El abismo del yo es entonces caminar descalzo por una calle de una ciudad que visitamos por vez primera.
Hacer de la bohemia una misa en una mina y ahora que en internet todo viene en devenir, me acuerdo que cuando escribes porno apareces desde un enfoque distinto.
Puedes ser una bruja en la hoguera o un criollo a punto de consumar la independencia.
Porno es una buena palabra para aparecer en otras mentes. Todos somos algo por no ser nada.
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