10-09-2011
El extraño hombre angloparlante de avanzada edad camina a paso lento
acompañado de su esposa y se introducen en un aula de eventos múltiples de la
escuela Universidad Americana del Noreste. Allí, decenas de estudiantes les
observan primero con curiosidad y después con indiferencia.
Todos se encuentran reunidos para escuchar una de
las mesas del Encuentro Internacional de Escritores en el que participan los
mexicanos José Eugenio Sánchez, Myriam Moscona y el luxemburgués Pierre
Joris.
Sonriente, reflexivo, siempre escuchando no sólo a
los lectores, sino observando con avidez las reacciones del público, el
extraño hombre anglo aplaude y en sus ojos hay la viveza de un chiquillo que
se divierte en el parque: es Jerome Rothenberg.
El escritor, nacido en 1931 y originario de Estados
Unidos, visitó durante tres días Ciudad Juárez para participar en el
Encuentro Internacional de Escritores “Literatura en El Bravo”, donde además
obtendría la Medalla
al Mérito Literario, dentro de las actividades del VII Festival Internacional
Chihuahua.
De regreso al hotel sede del encuentro, Rothenberg
es acompañado por su esposa Diane y por el poeta y entrañable amigo, Pierre
Joris.
Al llegar a su habitación, Jerome bromea sobre la
posibilidad de hacer la entrevista en la alcoba al estilo de John Lennon y
Yoko Ono cuando hicieron “En la cama por la paz”.
Para Rothenberg estar en Juárez va más allá del
reconocimiento que se le hace en esta ocasión por su trayectoria en el
quehacer artístico: es una forma de hermanarse con la ciudadanía y la
situación que padece.
“Me siento muy honrado de recibir la medalla y
lamento completamente lo que está ocurriendo aquí y no sólo en esta ciudad”,
dice mientras enciende un cigarrillo Seneca light.
Esta es la segunda ocasión que el creador de la
etnopoesía visita esta frontera. Hace seis años, en noviembre de 2005,
realizó una presentación en el desaparecido bar Beep boop, presentado por el
escritor José Vicente Anaya.
Sin embargo, en ese entonces las circunstancias de
Juárez eran distintas, los índices de violencia permanecían dentro de los
límites “normales”.
Empero, fue esa circunstancia, la de acompañar en el
dolor a los juarenses, la que motivó al escritor precursor de la corriente
beatnik a regresar a suelo chihuahuense.
“Me sentí realmente conmovido y decidí venir a esta
ciudad que ha sido tan golpeada por la violencia y llegar a encontrarme con
escritores de otras partes del mundo y ver la participación de la gente, ha
sido muy impresionante”, comentó.
La violencia de México, dice, aunque diferente no le
es ajena a la que se vivió por décadas en Nueva York, donde los índices de
criminalidad alcanzaron altos niveles.
Para el contemporáneo de escritores como Jack
Kerouac, Gregory Corso y Allen Ginsberg, leer en México es una experiencia
completamente distinta a leer en Estados Unidos, ya que –asegura- el peso de
la palabra adquiere mayor dimensión.
En una mirada retrospectiva, Rothenberg considera
que el movimiento beatnik le permitió a la generación de los cincuenta
conocer a través de Howl, de Allen Ginsberg, y trabajos de otros
contemporáneos, una manera distinta de concebir el arte.
“Nos abrieron los ojos indicando que todo era posible
otra vez, replanteándonos, dándonos valor para tomar postura en una lucha por
desarrollar la imaginación con miras a los mágicos sesentas, donde a la mitad
de esa década vio a los poetas autoproclamarse como beats, o dadaístas o
miembros de otras corrientes que crecían en la época”, mencionó.
Sin embargo, reconoce que en el país ese movimiento
era tachado también por algunos sectores por su “holgazanería” o por
simplemente no adecuarse al sistema del estilo de vida americano tradicional.
En este punto, Rothenberg reflexiona sobre la
generación “nini”, como se le llama a los jóvenes mexicanos que no estudian
ni trabajan, y que por las circunstancias de precariedad en las que viven
algunos de ellos, han sido arrastrados para unirse a bandas del crimen organizado.
En este sentido, dice que si bien las circunstancias
son distintas entre un país y otro, la necesidad de expresión entre los
jóvenes sigue siendo similar en la búsqueda por nuevos caminos de conciencia
social.
El escritor señala que entre las heridas aún
sensibles de la
Segunda Guerra Mundial y el terror a la era atómica, la
generación beat promovió la autopublicación y por ende se generó una mayor
difusión de los trabajos y obras de los artistas de la época, en un Estados
Unidos que en ese entonces gozaba de una economía prospera, refirió.
“Vivíamos, si se me permite el término, una
situación bipolar, en la que la exaltación y la depresión profunda invadían
el sentimiento colectivo”, mencionó.
Fue ese sentir el que generó la movilización para
que publicaciones independientes fuera difundidas en cafés, en espacios
públicos no institucionales que eran utilizados para realizar lecturas y
performances enfocados a la poesía a nuevos trabajos artísticos, dijo.
Para Rothenberg la figura de un poeta en los movimientos
sociales recobra vida en México, a raíz de lo que ha observado en la Caravana por la Paz, que encabeza Javier
Sicilia, donde el poder de la poesía y el arte pueden despertar
sensibilidades en la gente.
“Cuando eso ocurrió nos encontrábamos en San Diego
con el poeta Alberto Blanco, quien es amigo cercano de la familia”, dijo.
Al creador de libros como 25 caprichos a partir de
Goya, traducido por Heriberto Yépez, cuya presentación se tiene programada
para próximo martes 13 en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México,
en el centro y sur del continente americano la palabra poeta aún tiene un
sentido de respeto y admiración.
“Al ser nombrado como poeta, en español cobra mucha
más fuerza que decirlo en Estados Unidos, allá se ha vuelto de cierta manera
cotidiano, sin embargo, aquí suena todavía como un referente del respeto al
artista”, comentó.
Jerome Rothenberg lejos de ver el internet como una
amenaza a la creatividad, considera que debe ser utilizada por las nuevas
generaciones de manera correcta.
Considera que es una herramienta que no sólo permite
la difusión internacional, sino que acerca a públicos inusitados, pero
aclara, falta mucho aún para que el e-book sustituya al libro convencional.
“En internet encontramos formas de hacer poesía que
no están a nuestro alcance en ocasiones, hablo de herramientas como Youtube
en donde podemos encontrar lecturas sin necesidad de estar viajando”, afirmó.
Si bien internet impide la cercanía entre lector y
escuchas, puede por otro lado generar una mayor interacción en cuanto a los
comentarios sobre una obra, lo que no ocurre cuando se edita un libro y no
hay un contacto inmediato sobre la reacción del impacto que el texto tuvo,
añadió.
Una de las ventajas es que a través del video y la
publicación en internet ésta se mantiene y puede ser vista en más de una
ocasión, lo que no ocurría antes, por ejemplo en los perfomances, que algunos
de ellos sólo quedaron en la memoria de quien tuvo oportunidad de
apreciarlos, porque eran irrepetibles”, ejemplificó.
Desde hace algunos meses, diversos medios de
comunicación en el orbe han manejado a Rothenberg como uno de los posibles
candidatos a recibir el Premio Nobel de Literatura.
La postulación y más aún, ganarlo “es algo muy poco
probable”, asegura, ya que no cree que el tipo de poesía que representa sea
considerada para ser acreedora a la presea.
“Algunos de los grandes poetas del siglo pasado no
fueron considerados para ganar el Premio Nobel, es más una plataforma donde
el ganador habla de su posición en contra de la guerra, de la pobreza, el
hambre, pero el premio está muy lejos de determinar si se trata un gran poeta
quien lo recibe, está lejos, no tiene nada que ver con eso”, puntualizó.
Jerome Rothenberg cuenta con más de 60 libros
publicados y aún continúa escribiendo. Dice no sabe cuándo va a parar, ni
siquiera lo ha pensado como posibilidad, a él, el mundo entero le dice,
gracias poeta.
*Agradecimiento especial al escritor juarense Jorge
López Landó, quien ayudó en la traducción para la realización de esta entrevista.
publicado originalmente en
|