*Nueve cuarenta
Ser, estar,
permanecer, adjudicarle las ganas del día a un grupo: reír, asentir, ser
cordial, vertical, estrechamente derecho, por la singular ruta del sincretismo,
sin mucha creencia, más que nada entender que se trata de una cohesión de cretinos y que el destino
empinado ha decido que dé la vuelta, que se queden ellos con la mordida de la manzana. El veneno es tardío de la
roja boca, el veneno ya ardió en esta boca.
Acabo de darme
cuenta que también tengo sueño y necesito descansar pero aborrezco el preludio,
la estadía entre la conciencia y el mundo que no depende de mi pensamiento,
acabo de entender el horror que me cuesta cerrar los ojos mientras en la noche
se respira ausencia y aún se escucha el movimiento en las avenidas oscuras, lejanas presencias de la madrugada.
Hablo de que si
me quedo callado dormiré sin remedio y no tengo palabras para entender el
espacio vacío entre la oscuridad y estas manos que ansían no ansiar. Hay dentro de la noche una hoja que cruje cada vez que mis
párpados se ejercitan, el sonido de una motocicleta que desgarra el suelo, hay
en mis dedos la voluntad de no dejarme vencer por el miedo.
Escucho sin más
los tambores de guerra, alguien insiste en derramar siempre sangre, alguien
desea con todas sus fuerzas que esto suceda para poder ganarse un premio y
salir como evangelizador a otras tierras a decir lo que no ha vivido, el dolor
que no ha sentido, la ausencia que nunca tendrá.
Nueve cuarenta
por nueva cuenta, nadie escapa a las horas del cansancio, se aletargan los deseos y aunque la mente sigue despierta, mis movimientos desaceleran, el cuarto mengua y la escalinata por la que mis ojos descienden abre una interrogante hasta alcanzar una última
pregunta…
¿A cuánto
equivale una mirada con el destino de Dios?
*De OB