Ya con más calma
Luego de una semana con mucho trabajo, regreso a esta puerto de palabras con el cansancio entre las manos.
Escribir es mi forma de subsistencia, de alguna manera creo entender a los que se dedican al teatro y pese al estado de ánimo que guarden, tienen que salir a representar sus obras.
Escribo las historias de otros y me desgasto como una consecuencia de espacio. En una nota periodística siempre falta espacio para contar todas las emociones.
Peor aún, las estructuras informativas impiden por lo general el uso de emociones, todo se resume al hecho.
Intuyo que esta desensibilización de alguna manera ha afectado el comportamiento del lector, que ya poco le importa si una persona muere o se saca la lotería.
La narrativa utilizada por los medios va rompiendo con los enlaces afectivos del ser humano. Todo es tribial.
Hablamos por el compromiso de tener una lengua, coexistimos por el interés mismo de la notoriedad, nada hay que nos afecte más que el pasar desapercibidos.
Por fortuna o en contraste, la sección en la que ahora trabajo trata precisamente de darle voz a estos grupos sociales, a estos casi getthos que abundan en la cosmogonía fronteriza.
No puedo negar que escribir tiene sus ventajas, por ejemplo, puedo ahora mismo dejar constancia de este momento sin que eso implique mayor complejidad mental.
Estoy tratando de desenmarañar mis sesos, me quedaron algo aturdidos con el más reciente reportaje que realice.
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