miércoles, mayo 14, 2003

Rondalla Defoe
Son las 12 del mediodía, observando el ir y venir en la avenida Paseo Triunfo de la República, me doy cuenta que en la ciudad además de los personajes descritos eficazmente por el buen Solzimer, existe una legión de presencias no descritas, pero no por eso menos peculiares de nuestras vías de transito.
Estos entes, guardan similitudes en el aspecto con el universalmente célebre "Robinson Crusoe"(1719), de Daniel Defoe, desconozco las causas que los hayan llevado a una existencia tan compleja, oposición a la felicidad, esa la de recorrer las aceras hirviendo por dentro y por fuera.
Hablo de hombres cuya edad media entre los 25 y 40 años, que arrastrados por sus adicciones, probablemente a la heroína, se dedican a vagabundear, en busca de algo (¿?).
Sus rostros demacrados y enflaquecidos al máximo, se encuentran cubiertos de largas barbas y sus cabellos se encuentran enmarañados y sucios. La mayoría de las veces, estos hombres visten con camisas a manga larga, pantalones holgados (lo que tal vez se debe a su estrepitosa perdida de peso) y unas gorras sucias.
En Ciudad Juárez no es raro encontrárselos en las principales calles, la mayoría de las veces se dedican a limpiar los parabrisas con trapos que en realidad, lejos de cumplir con su cometido, empañan más la visión de quienes conducen a las horas más ajetreadas.
Esta frontera vapuleada en sí por problemas de otra naturaleza ya de todos conocidos, tiene que sortear también el dolor de su población, el encarar el verdadero rostro de las adicciones, y es que aquí la droga no se vende nada más a quienes tienen con qué comprarla, sino a aquellos emigrantes cuyo salud y futuro importan poco. Este problema -el de la venta a adictos jodidos- no es privativo de la ciudad, sin embargo no recuerdo una estampa similar en otras latitudes.
Aquí
Vuelvo la vista a la calle y me encuentro a uno de ellos que se aferra a limpiar un vidrio y solo recibe como pago un claxonazo y el arrancón del automovilista, percibo en su rostro de ojos vacios, la mirada desesperanzada, ellos son la puerta del hambre y la violencia, a un callejón por donde Dios ya no quiso volver a pasar..

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