Lunes por la mañana
Manejar rumbo al trabajo el primer día laboral de la semana ya no es tan divertido como antes. Las mujeres que se dirigen quién-sabe-a -dónde por lo menos tenían el gesto de voltear a verte y sonreír en los altos y semáforos. Pero no, ahora su principal preocupación es el puto teléfono celular. Las veo en cualquier parada y ahí están pegadas a esa máldita máquina que nos quita los sueños a quienes vagamos por el gran intestino vehicular.
Llegó al periódico y la primer noticia que me encuentro es la de la ejecución de un niño de apenas nueve años. Veo las fotos. Vacio e indignación. El menor yace entre los matorrales, amarrado de pies y manos, la cabeza envuelta con cinta adhesiva, sangre en el mentón y el cuello, sangre en la ropa, sangre en la tierra, sangre. El menor fue ejecutado al estilo de las venganzas entre narcotraficantes.
En esta ciudad del crimen, cuando uno piensa que las atrocidades ya han llegado a su punto culminante, siempre hay un nuevo caso que sorprende a la raza, por el descabellado proceder de la muerte.
Digo, hay casos divertidos, estan por ejemplo el del tipo que murió en el cine comiendo palomitas (registrado en el periodico, se puede consultar- hay quienes creen que fue de exitación-) o el de este fin de semana pasado, cuando una pareja hambrienta de amor, llegó a un motel y eran tantas las ganas de entrega que lo hicieron en la cochera.
En su impetú se desnudaron uno al otro, entrelazaron sus cuerpos, se fusionaron, para después, agotados por el acto caer dormidos, todo dentro de la camioneta en la que viajaban y de la cual no bajaron y ni siquiera apagaron, ya que al encontrar los cuerpos, el forense determinó que la causa de muerte fue la intoxicación por haber inhalado los gases tóxicos del vehículo.
En esta víspera, voy a conocer a mi hijo, hoy es el primer sonograma.
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