LAS MANOS LIMPIAS
Veía a mi madre llorando y a mi padre sujetándola enojado… vi a mi padre llevándonos al bosque… vi a mi padre haciéndonos desayuno o cena… tortillas con frijoles, le platiqué a mi hijo.
También vi a mi padre cuando la ciudad dijo que habían Ovnis, que él era el James Bond mexicano.
Mi padre me pegó.
Muy fuerte, porque con ayuda de mis amigos, lo humillé. Fui un ladrón.
Era solo un niño y los locos que salíamos literalmente a esa parte del desierto, cada sábado, corríamos y al llegar al vado brincábamos varios metros abajo, cayendo al vacío entre Torreón y Gómez Palacio. El vado.
Allí podíamos hacer expediciones los amigos, los primos y algunos más, los mencioné antes. Pero acabado ese tiempo, cansados, teníamos sed y ganas de comer golosinas.
Y yo era el más pequeño y fuimos a la tienda, era en las cinco esquinas, después de caminar.
Mi prima,-ya ni recuerdo su nombre, ¿Lola, como mi perra?- la mayor de todas de la familia de mi tía Lola, era cajera.
Yo era un niño. Tenía siete u ocho años. De repente mis amigos corrieron y todos pusieron sus dulces en mis bolsas y me dijeron ven. Y fui.
Caminé tan inocente, siendo un niño que no pensaba que nada iba mal, aquellos otros habían pasado por las cajas. Pero luego, al llegar a la puerta, un guardia me detiene, me esculca y saca siete dulces.
Me trata como un criminal y yo era un niño. Empecé a llorar sin saber por qué era acusado. Mi prima se acercó y dijo que le diría a su tío, y salí huyendo. Era un sábado.
Esa tarde llegue a la casa, me escondí sin saber por qué y luego salí de noche, cuando mi familia dormía. Caminé en la noche varias cuadras hasta llegar a la casa de mi otra tía, Chayo, y subí las escaleras con el temor entre las manos, nada dulce fue el momento, pero acostumbrados a ciertos desplantes de mi casa fui recibido.
¡El día siguiente...fue grandioso!
Ocurría que cuando era domingo, Chabelo promocionaba ciertas marcas y los niños corríamos por la golosina a la tienda y cuando era el momento, nos la comíamos. Pero pasó la mañana.
Y llegó mi padre.
En parte se había enterado de lo ocurrido el sábado, entró. Mis primos entraron a sus recámaras, mi tía le dijo un “no Macario, aquí no”.
Mi padre fue y me buscó, me halló bajo la cama y me dijo vamos a casa.
Las cuadras para llegar a casa fueron eternas. Luego estando en casa se desfajó el cinto.
No sé cuántas veces me pegó ni cuántas pedí perdón.
Agotado mi padre, tirado en su sillón, me dijo que robar era lo peor que podía hacer un ser humano. Recuerdo una película que se llama Carácter.
Luego se fue. Cayó la noche. Yo relamía mis dolores. Recuerdo que mi pierna derecha estuvo morada varias semanas.
Lo curioso, es que yo nunca hablaba con mi padre, el hombre rudo, trato de explicarme tantas cosas, pero nunca he dudado que robar está mal.
Te juzgo siempre papá, porque ya no estás a mi lado. Quisiera que un día pudiéramos entendernos, porque la infancia para ti fue fantasía, porque a tu manera, fue lo correcto.
Papá: Sigo teniendo desde entonces, las manos limpias.
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