26 diciembre 2020
Voy a dejar por aquí un rato estos apuntes sueltos, nadie se los tome tan a pecho, tan en serio, si quieren ni los lean, son fulgores, nada más...
Entendamos el dolor sentimental como un acto-acción provocada por el mismo que la padece. A diferencia del malestar físico, que pudiera ser ajeno a la voluntad del hombre, el dolor por una emoción puede, en gran medida, regularse con cierta sagacidad de espíritu. Sin embargo, las cosas en la no cotidianidad aparecen de manera azarosa. Es eso que llamamos noche.
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Siento extrañarte tanto madre, como el humo del cigarrillo así tu imagen de las manos se me escapa, el murmullo de otros te nombra, hay risas que buscan aminorar el recuerdo, ocasiones en que el dolor finge, pero sólo toma un lugar invisible y permanece, entre mi orgullo y encono, por la felicidad perdida, de ya no tenerte aquí, en un punto definido donde mis lágrimas pudieran tomar cauce, es la desolación del instante la que me asfixia y me reclama por tu tan siempre lejana y cercana partida. ¿Hace cuantos años ya que partiste a Sirio?
Te amo madre, te perdono por haberte ido tan de repente, por perdonarme la vida.
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El espectro es gravitacional, viaja lento, de extremo a extremo, masa que se desploma, las estrellas explotan convirtiéndose en supernovas, intrusos, vórtices, son ausencia-lejanía, es la noche interminable, en este pulsar, es nueva la degradación de los sentidos, las estrellas ya son cenizas que caen entre el humo y los dedos del pianista.
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La estructura del espacio-tiempo, tal como lo describió Einstein, excluye un derrumbe infinito y produce en cambio una curvatura del espacio inmaterial, invisible, pero real.
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Las luces en la calle ya se encienden, se trata de fardos color ámbar que no alcanzan a iluminar del todo, es como Sirio y esta galaxia solamente percibe siluetas, el musitar alegre de algunas voces que intentan infructuosamente por escucharse.
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Darnos cuenta que las frases escritas son un recurso para aminorar las ausencias no de aquello que no está tan perdido, sino de lo que permanece cercano, tan dentro, pero lejos de nuestro alcance, que leer es entonces un antídoto, la cura.
¡La cosmogonía!
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