Sopa de elote
Estaba calentando una sopa de elote y mientras el tiempo programado para tal fin, avanzaba, alcance a ver mi rostro en el vidrio de la puerta que me separaba del alimento.
Entonces recordé que con frecuencia intenté verme a través de espejos, por medio de una ventana, en videos, para hallar algo de mí perdido.
Por más que me afanaba en buscar la manera de hallarme siempre terminaba con la mismas preguntas ¿Por qué no estoy? ¿Quién es ese que ocupa mi lugar?
Eso fue hasta que encontré la forma de poder compartir mi vida sin necesidad de que las ideas estuvieran por fuerza diseñadas por el conocimiento.
Ahora puedo crear otro tipo de vínculos cuando me desprendo del ego y me pongo a barrer o a limpiar lo que Ulises va tirando a cada paso, es decir, soy un poquito más el otro.
Desde entonces, como ha ocurrido la mayoría de las veces, tan pronto como fui reformando la noción del yo, la inclinación de la balanza fue en posición opuesta a la suerte, lo que trato de decir es que la suerte dejó de tener sentido, cada acto, cada movimiento, tenía un porque y una justificación.
Rechacé por años la idea de perder, pero fue precisamente por la fortuna que necesité para conocer acerca de nosotros mismos.
Lo que en realidad hacía en el tiempo de la negación, lo que me motivo a dar esos saltos de la emoción, fue apuntar siempre hacia delante y no ver mi presente como una alternativa de vida.
Un día deje de pensar que la felicidad no podía ser inmediata porque eso me generaba más que nada, un terrible miedo a la pérdida de la alegría.
En ese momento aprendí de verdad a sonreír.
Y no, al final resultó que no era una sopa de elote, sino alitas, quise creer en la sopa como mero propósito de año nuevo para mejorar mi alimentación, tal vez algún día me anime a probarla, anyway...
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