viernes, febrero 13, 2004

De la libreta de trabajo


Para continuar Obregón hay que jalar los frenos del ingenio, tener cruda la conciencia y provocar la enfermedad en este bramar de entes que soslayan la palabra escrita. Hay que formar el cielo, la tormenta, que la palabra sea algo más penetrante que el silencio, ese que ha encausado tantas guerras ciegas en esta ciudad sin arraigo.
Pero no todo lo que se habla es concertante a la realidad, hemos perdido la razón en nuestra insolencia de magnificar lo que llamamos arte, abrimos sin querer una caja de crueldades y es ahora cuanto éstas se aprecian.
A la distancia, en el atalaya de la locura, hay que tomar la precaución para que cada arrojo al pensamiento sea un nuevo intento de abismo, hay que provocar que el vacío termine por sucumbir ante la superficie.
Es en este aparente motivo a la desmemoria donde el recuerdo es una daga que penetra y hace sangrar la tranquilidad.
Hay que volar más allá de nuestro entorno, violar nuestra franqueza, enterarnos de que hemos sido sólo parte de un todo que aún no termina de afianzarse en la máquina principal que controla el movimiento, hay que olvidar que del otoño solamente podremos encontrar olvido.

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