miércoles, diciembre 31, 2003

Del Tres al Cuatro ‘dedos’ ¡Mil!



Lo que me ganó en el ánimo para escribir en el 2003, no fue la inspiración ni el incentivo becario, ya que si algo estuvo ausente durante esta temporada docemesina, fue precisamente eso que algunos odian y otros detestan, pero que reciben con agrado hipócrita de quien se siente endiosado por la palabra: Dinero.
este año que ya nace me tiene predispuestas nuevas teorías sobre el quehacer de la palabra.
Vendrá probablemente el distanciamiento del falso ´mainstream´ que algunos coexistentes anhelan hasta la perdición de sus nalgas.
Es un hablar de misiones imposibles sin siquiera intentar concretizar resultados, ahora se trata de bogar contra lo que venga, sin sentir la sangre de la venganza entre las manos, el latigazo del tiempo atestó firmemente en mi espalda, por eso ahora pongo con gusto el torso, siempre anda por ahí alguien deseoso de odiarme, ¿eres tu acaso el que quiere tragarse las palabras que provoquen mis respuestas?
Una llamada al teléfono, el constante intruso que permanece sin contestar y que ignora que ya la tecnología nos ha alcanzado para conocer los números que nos hostigan, con sólo apretar un botón.
Pero nada que merezca el odio o el encono vale la pena para cargar al dos mil cuatro. Ni siquiera habré de averiguar quien rechingados osó robar toda la discografía de El Recreo, ojalá y les haga provecho.
Debo admitir que esa pérdida de cierta manera será benéfica para mis oídos, ya que les guste o no, tres grandes amigos de toda mi encabronada bohemia (Andrés, Enrique y Michael) a partir de este viernes comenzarán a cantar en el bar que me ha llevado a concretar un par de poemas.
Si me pongo a pensar qué fue del 2003, primero habría de reconocer que este fue un año para olvidar a mucha gente que creí sincera, pero lo mejor del caso es que a la par de este abandono aparente de la fraternidad surgieron nuevas alianzas, que me mantienen pendiente del reconocimiento de mis sentidos.
Cada vez que vuelvo a creer en valores como la amistad hago un examen del acontecer que me atañe, del movimiento de la ciudad en cada calle que transito, del agua y del cielo, de cada cosa que nos inspira y que vamos ignorando por sentirnos más perfectos.
Cada vez que un amigo se va o se pierde en definitiva, es el momento de hacer un reconocimiento de quienes somos en ese momento.
Luego viene el hablar, como a esta hora lo hago, intentando exponer el sentir, cosa que con mucha frecuencia suele ser un fracaso, ante el cual solo entregamos una sonrisa, la de la satisfacción de estar tranquilos por el rumbo que tomaron nuestros pasos.
Vuelvo.

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