Bar Don Félix
Con el ojo inanimado de la tarde que cae, la vaga sombra que forma mi mano se desprede del humo.En este lugar olor a estaño, mi saliva se oxigena con la transpiración que emerge del vaso, donde hay nubes deformándose con los restos del sabor del otoño.
Y aunque el calor de hoy día puede resultar monónoto, en este lerdo movimiento del cambio que me otorga el mesero y el contexto que me atañe, descubro a un cófrade que
canta en la rocola su derrota, mientras Chayito Valdés le lanza un reto por la parsimonia gobierna en los actos amatorios de los hombres.
Volviendo al punto de inicio, acobardado pero orgulloso, el hombre que derrama sobre su pelvis la cerveza y quiere salir por una vez de este cuarto, donde mi última bocanada mengua cualquier posibilidad de escape.
Ante el arribo de la luz de neón, me invita una cerveza para no llorar sin compañía, es entonces que decido salir del bar, no sin antes dejar el espejo roto.
De Bares y Andares
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