Sueña lejos de la tristeza, sueña lejos del dolor, como si no hubiera ocurrido...
Ya pasaron cuatro años, o no sé si han sido tres, los días pasan y como si la mente estuviera bloqueada, el tiempo dejó de tener sentido, está resentido.
No es hoy el día de tu aniversario luctuoso, ni hay nada que celebrar, la noche aún no ha caído y no tengo motivos para estar triste, pero lo estoy.
Te cuento que desde que te fuiste he subido casi 20 kilos y no hay poema que escriba que logré emocionarme. A cambio, veo crecer a veces a tus nietos, la pequeña tiene tu rostro y lleva tu alegría en la sonrisa, la adorarías si la vieras, aunque tal vez la ves desde donde estás.
A veces sueño que puedo saltar muy alto, otras el insomnio me ataca y cuando logró adentrarme en el descanso siento que me ahogo y me despierto de manera precipitada. Hace tiempo que ya no sueño con el demonio, es una mejora, los rezos y la fe que me enseñaste sirvieron y eso es bueno.
Dicen mis amigos que soy sexy y barrigón, que aún tengo algo de virtud en las letras, pero todavía arrastro ese lado malvado que no me deja ser y hacer feliz a los míos.
Por eso quiero construir una choza en Saigón, sacarme la lotería y partir a Praga o Buenos Aires, alcanzarme en lo desconocido, desaparecer entre los vivos.
No creas que todo está perdido, trato de sacar lo mejor de cada día y la mayor de las veces lo consigo, siempre hay una buena razón esperando en casa para lograrlo.
Los libros que prometí escribir están en proceso, aún salgo por las tardes y apuesto algunas monedas en las máquinas estafadoras, todavía tarareo tus canciones inventadas y me encanta observar la foto del último vals que bailamos.
Voy a salir a caminar, a reconocer las calles otra vez, te lo prometo.
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