Algo
extraño ocurre cuando hablo. La gente piensa que estoy loco o al menos esa cara
me pone. Me parece inverosímil, porque las mismas palabras que a veces escribo
tienen mucha más fuerza al momento de ser leídas, pero generan cierta
desconfianza al ser expuestas.
He mostrado
documentos en los que el interlocutor al leer, se genera cierta confianza al
tener el sustento de un texto, pero no sabe que el autor es el mismo que le
está exponiendo lo contrario. Juegos divertidos y raros, ésos, los de la mente
del otro.
***
Escribo con
los ojos cerrados, en parte como ejercicio, en parte por el ardor que tengo
derivad de la conjuntivitis, este ejercicio aunque placentero, me tiene un poco
alterado, el hecho de que pueda escribir sin errores en la computadora me está
alterando un poco. A veces no estamos preparados para ciertas cosas, como hacer
las cosas bien, así, sin cometer errores.
Nos cuesta
más aceptar un error, que reconocer que no los hicimos, por difícil que
parezca, así es.
***
¿Por qué
siempre ponen el papel para secarse las manos a una altura que lo único que
provoca es que las gotas escurran hasta los codos?
***
¿Y si llega
un momento en el que la humanidad no necesite defenderse de sí misma? ¿Qué va a
pasar? ¿Se imaginan cómo será al día siguiente?
***
¿Qué querrá
decirme Eurípides que se me aparece como Orestes a estas horas?
“No es mi
apariencia, sino que son mis acciones las que me atormentan”, grita desde lejos
como el viento, como ese sonido que algunos aseveran son las trompetas del
apocalipsis y yo hasta ayer las consideraba el sonido del tren a lo lejos.
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