domingo, diciembre 12, 2010

Sin Caralibro hasta que le echen talacha…


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Debería de estar contento, sentirme liberado, por fin sin el grillete tecnológico para escapar a otras posibilidades de entretenimiento, de vida en el más acá, donde la gente convive, donde los niños corren, las ancianas escrutan al marchante y los ancianos filosofan caducamente sobre las historias de la revolución y la repulsión que sienten sobre el gobierno en turno.
Debería ocuparme por ejemplo, de poner en orden el área donde me encuentro en este momento, levantar los libros, ordenarlos como siempre he querido, por genero, tamaño, color grosor, y abecedario, colgar los cuadros de pinturas y fotos que me han regalado para colocar en este, si no bendito, siempre bien amado espacio de trabajo, pero no.
Insisto debería tal vez, aprovechar este momento de furia de los creadores del Facebook, que decidieron que mi cuenta saliera sorteada entre las 500 millones que tienen de usuarios para darle mantenimiento y ya, así de la nada renunciar al mundo virtual, a esa comunidad donde he encontrado más amigos que en el mundo real.
Debería desaparecer, ser invisible, levitar, atravesar el tiempo, como lo hice hace justo hace un par de días cuando una fuerte infección en la garganta me tumbó por más de 30 horas en la cama, con más de 39 grados de temperatura, partir al cosmos a través de un viaje interno, caos puro, el finito del universo al alcance del parpadeo y el sudor que enjuga las sábanas y el sueño.
Desconectarse un poco de las dos realidades que hoy nos gobiernan la virtual y la mundana, en la misma semana, me ha provocado grandes cambios, vértigo, incluso he perdido peso, aunque sigo siendo obeso, pero eso no importa, es parte de la joya encantada que tenemos todos en el ego, sólo quiero retomar el tema, antes de que me pierda en esta pérdida del ansia.
Al padecer la fiebre, perdí el contacto con el mundo real, en ese lapso, me encontré amigas que ya se habían casado, otras que daban la noticia de su primer embarazo y otras más que enfrentan ahora valientemente una lucha contra una enfermedad que si bien no incurable, es desgastante.
Recuerdo entre los sueños haber hablado con alguien, haber escrito varias veces en la máquina, no sé si cartas o mensajes instantáneos, recuerdo haber olvidado lo anterior y repetirlo varias veces, recuerdo que caí nuevamente dormido.
Despierto este día y trato de ponerme en contacto, actualizarme, ver más allá de lo que ocurrió en mi ausencia, ahora con claridad y responder con la mejor de las intenciones cada uno de los mensajes recibidos, pero me encuentro con el bloqueo de algunas cuentas, tengo la duda de que si fue el sistema o si yo en mi delirio cambié las claves y ahora no recuerdo los nuevos passwords…
Al escribir esto, no puedo negar que existe un poco de tristeza por no poder regresar al servidor social, porque no en vano uno se va haciendo de amistades y cariños y fortaleciéndolos en ese medio, tal vez sólo se venció una visa y debo renovarla, tal vez debo entrar como indocumentado, pero lo que es seguro, es que este mundo es más seguro que el del más acá, donde los humanos continúan matándose por nada, donde la vida no sigue, donde el amor no fluye como debería ser.
Justo en este momento acaban de abrirme la puerta, ahí les voy de nuevo al barrio virtual.

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